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sábado, 1 de octubre de 2011

LA LEINA O EL GATO NEGRO





                                                    LA LEINA O EL GATO NEGRO 

La Historia que van a leer ocurrió realmente, y como esta historia ocurren cosas todavía peores, y todo eso por la droga, veneno letal...
Nuestros primos hermanos los chimpaces y sus otros familiares son por cierto ahora  más tiernos y querendones, ya que aquellos otros , los otros  que también se disputan territorios,han perdido todo vestigio de humanidad y  ahora los barrios son lugares que pertenecen a una banda u  otra... 
Si alguien por error cruza las fronteras invisibles, o tiene que pasar de un lado a otro,  siempre es mirado de soslayo, por aquellos que se lo disputan; al menos aquellos otros, solo tratan de sobrevivir, incluso a nuestra propia codicia y falta de humanidad...
 Y creo que el pensamiento anterior es algo,  que  siempre ha ocurrido,  en el mundo entero y en casi todos los campos. 

                                                                      COMIENZO

Eran las diez de la noche,  del día cuatro de mayo de 1997.
La Leina, como le decían a Alexandra Patricia Cano Becerra, se hallaba recostada boca abajo sobre la cama, tenía la cabeza,  levantada mirando la televisión, jugaba con el control, cambiando de canal a cada rato; en realidad algo indefinible atravesaba su pecho de lado a lado.
La pequeña bebecita que tenía dentro de su vientre,  estaba más inquieta que nunca; la Leina la sentía,  moverse como si quisiera decirle algo.
 Algo en ellas jadeaba, como si fuera un corazón palpitante, como si la noche en su trémula  voz les gritara y las uniera con mayor intensidad.
Sus amigos, entre ellos  Lukas  el principal, se cansaron de rogarle que se fuera con ellos para envigado; ella no quiso, una rara sensación la aprisionaba sin querer dentro de aquella humilde piececita.
El negro Memín no le había querido entregar todavía el dinero que le tocaba dar por la venta de la droga. Le decía; no espere otro ratico a ver. La puerta de la pieza rara vez permanecía abierta.
Pero aquel domingo  el negro parecía estar esperando la llegada de alguien; se paró en el espacio de la puerta con una mano levantada hacia uno de los lados, sosteniéndose con ella; vestía camisa negra, pantalón blanco, zapatos rojos, estilo arrebato o camaján.
En eso llegó un taxi y se bajaron cinco tipos bien armados, eran muchachos; el negro Memín,  los miró ,al parecer sin sorprenderse , uno de ellos le dijo; quite pues de ahí  hermano, quítese  a ver, de inmediato se retiró y se fue para la esquina dejándole el paso libre a los hombres que irrumpieron abruptamente.
Frente a la Leina se encontraba sentada bostezando la señora a la que Lukas por pesar le pagaba el arriendo de esa pieza; diagonal a la Leina y de pie una chica de catorce años  que se estaba probando una blusa nueva; sentado en un banquito un muchacho de unos once años.
La Leina alcanzó a mirar a los hombres y de inmediato supo quiénes eran, fue cuando recibió una bala en la cadera  que seguramente en su trayectoria y por el impacto siguió  hacía el corazón, ella envuelta en una cobija que tenía encima, cayó al suelo, allí mismo los tipos dispararon sin compasión varios tiros más.
La Leina se quedó mirando al muchachito, cerró los ojos y ahí mismo se murió. El muchacho empezó a gritar bañado en llanto, la joven se quedó paralizada  con las manos apretando la blusa, la señora se quedó mirando como la Leina  trasbocaba sangre...
En ese mismo momento, justo en medio de la balacera pasó un taxi, el negro Memín, lo hizo parar  y le dijo al conductor; hombre muévase, lléveme. ¿Pero para dónde va usted? ¿ y qué es esa balacera tan tremenda? lo que pasa es que están matando a una muchacha.
Doña Fanny, la mamá de la Leina , era una mujer sencilla, tímida , se hallaba sentada conversando con Felipe; don Eduardo,  el esposo de ella tenía el pelo lacio, negro, despeinado , había tenido un accidente que lo dejó incapacitado para trabajar por el resto de su vida. Generalmente permanecía con la cabeza baja, su mirada clavada en algún punto, en sus ojos negros, espesos, se solía ver esa misma tristeza que se llevó la Leina a la tumba, casi no le gustaba hablar, pero participaba de la conversación con algunas de las expresiones o gestos que le hacía a Felipe. Tanto ella como él  fumaban demasiado.
Habían transcurrido  cuatro años desde  la muerte de la Leina, pero ella aún permanecía viva en el corazón de estos dos  seres que la amaban.
Hasta ahora doña Fanny  apenas se deshagoba contándole a Felipe sobre la muerte de la Leina.
Colgado de la pared se encontraba un cuadro de medio cuerpo, en donde el rostro de la Leina se veía pleno. Esta fotografía  fue la última que se hizo tomar; hay quienes dicen  que ella aquí se parece a la Mona lisa; pero a mí no me parece que sea así, quizás tiene una mirada como un tanto enigmática, pero nada más.
Felipe reparó el cuadro y pensó, en efecto esta fotografía es hermosa, parece  una obra de arte, no por el marco, sino por lo bien tomada  y por la expresión que ella tenía, esos ojos y  esa mirada...
Algo quizás enigmático y extraño se escondía,  en esa mirada apagada.
Aquel domingo por la noche, un primo del hombre que la mató, vino a decirme doña Fanny, lo que pasa es que hubo una balacera allá abajo, y  yo creo que la Leina resultó  herida.
Ella sintió que un pavor helado le resquebrajaba todos los huesos  y que un temblor le paralizaba el cuerpo. Su corazón de madre se le quería salir del pecho, pero aún conservaba la esperanza de que estuviera viva.
Cuando fueron al hospital, los doctores le dijeron que a ella la habían llevado unas personas, pero que se habían desaparecido, la dejaron sola, pero que de todas maneras la muchacha ya estaba muerta cuando la atendieron. El médico que practicó la autopsia,  le dictaminó muerte por choque  hipovolémico, corazón, hígado, riñones.

La bebecita estaba completamente perforada, cuando la arreglaron le pusieron un trapito blanco amarrado en la cabecita; se la pusieron,  encima del estómago  y las enterraron juntitas.
El tipo que le disparó a la Leina tenía una trenza larga y en la corona el pelo rapado. Esa gente era del otro barrio, el madrigal que a cada rato subían a matar gente de este barrio. Esa guerra siempre ha sido y será absurda, pues no tiene fundamentos. También mataban a mucha gente sana que no tenía que ver con esa pelea entre bandas.
Lo que paso,  es que a ese tal Memín,  se le había enfermado el papá, entonces cada rato se descuadraba con mucha plata.
 La niña me decía; Mamá,  ese Memín,  como que se trae algo entre manos, porque como le parece; que cada rato cuando vamos en taxi lo hace entrar por el otro barrio y se queda conversando con esos muchachos y ellos se quedan mirándome lo más de raro, yo tengo miedo.
Ella era muy nerviosa; liaba un cigarrillo tras otro, mientras hablaba, a veces las lágrimas se le salían sin querer, era como si un torrente se quisiera desbordar, pero ella se las secaba y no lo dejaba salir.
En realidad era que no podía llorar, porque la pena la tenía clavada en el pecho como una espada que no se puede arrancar; por lo demás también le daba como pena llorar en público, allí delante de Felipe. Este,  la escuchaba, mientras a su vez pensaba  en la muerte violenta de tantas personas de ese barrio, dejaba de ir a trabajar seis o siete días y ya la persona no existía.
Como le pasó  con el caso de la Leina, cuando regresó ese sábado ya ella no estaba.
Mi niña continuó  doña Fanny tenía siete meses  de embarazo .Era de un pelado de diecisiete años, muy sano, ella lo quería mucho, decía que él era su bebecito. La mamá del pelado le dijo a la Leina que tenía que abortar porque su hijo no le podía mantener ese niño, ni ella, ni él querían que eso pasara. Cuando esa señora le dijo eso a la Leina a ella le dio mucha rabia.
Lukas era un amigo de la Leina, era de esos muchachos que andaban por el barrio, le dijo; sabe qué Leina, ¿si quiere yo le doy trabajo? porque necesito una persona que me lleve la contabilidad de mi negocio, usted no tiene que hacer más nada, solo eso. Como en realidad ella no tenía otra fuente de trabajo aceptó. Entonces Memín,  sospechaba que ella sabía los descuadres tan grandes de plata que tenía y pensaba que ella le iba a contar eso a Lukas.
El sábado por la tarde  justo un día antes, la Leina quería ir al cementerio a visitar una amiga que la habían matado hacía varios meses; yo le dije, ¿mija pero a usted porqué le gusta tanto visitar esos lugares? a lo qué me respondió; es que no es por nada mamá, pero en esos lugares se respira como tanta paz.
Felipe era un hombre de estatura media, acuerpado, trabajaba como vendedor ambulante en algunos barrios de la ciudad. En sus ratos libres se disipaba,  caminando por las calles céntricas, visitaba bares, se sentaba en los parques; en suma le agradaba mirar. Era además un exiliado a voluntad perpetua de todos los estamentos sociales. Pero sabía escuchar a las personas, las trataba y ellas lo hacían partidario de sus pláticas.
La experiencia que tenía frente a una ciudad como Medellín  era más o menos positiva; aún se podía ver, sentir una ciudad tranquila, hermosa, ésta es una época de transición en la que la ciudad, juega un papel importante. Pensaba además que la barbarie, la crueldad en sus diferentes grados, era la consecuencia de un deterioro moral, ético, espiritual, económico que afectaba hondamente a todo este país.
Felipe tenía otro raro entretenimiento, cuando estaba trabajando le gustaba tocarle la nariz  a los perros, cada vez que lo hacía experimentaba una sensación de humedad, un leve placer al contacto de la nariz fría; pero cuando un perro tenía el hocico caliente, retiraba la mano y le daba unas palmaditas,  en el lomo y en la cabeza. Nunca les tocaba la nariz a los perros con la palma de su mano, sino con la parte de afuera, (con el lomo)  luego la retiraba satisfecho.
Aquella tarde llegó  más temprano a su casa que de costumbre. Se dio un baño pues el calor era impresionante.
Miró con desazón la pantalla de la televisión. En verdad experimentaba un horror frente a la manera como los medios de comunicación impartían las noticias.
La proliferación de imágenes que agrandaban o desviaban la realidad le molestaba, los diferentes tipos de información con que se bombardeaba a las gentes, era verdaderamente alienante. No lo prendió.
Se asomó a la ventana abierta, un silencio grato lo invadió; porque el silencio no es solamente la ausencia de palabras o de ruidos, es también una voz dialogante que se manifiesta, una voz que habla secretamente.
En algún lugar había leído lo siguiente; ¿En dónde se hallará la luna escondida,  el pájaro que canta el rostro del niño que sonríe, el viejo que le canta a la noche, el loco que gestual iza con sus actos?
Le pareció ver a la Leina caminando por una de las calles del barrio, en donde solía trabajar a veces. Se encontraron justo aquel domingo por la mañana; ¡Hola Felipe! ¿Bien o qué?
Bien, muy bien. Ella era una de sus mejores clientes,, siempre le compraba mercancía que luego le pagaba  por contados; ¿sabe qué Felipe? vaya el sábado que ya le termino de pagar. Listo no hay problema.
La Leina apenas iba a cumplir veinte años, pero aparentaba menos. Era de tez clara, los ojos negros, de mirada profunda, de cejas negras, bien arqueadas, rasgos bien definidos; casi nunca sonreía porque una velada tristeza se escondía en su rostro de niña.
Se tendió en su cama, encendió su vieja pipa, se acordó de todos los rostros desaparecidos, de tantas muertes sin sentido... ¿o será qué esa clase de muertes si tienen algún sentido? Para nada, suspiro.
Después de darle algunas fumadas  a  su pipa   y  mirar el humo que se esparcía la apagó; tomó el retrato de su esposa Marina, lo apretó junto a su pecho, lentamente se fue quedando dormido; pero luego de un lapso de trecho sin tiempo, tuvo conciencia de sí ; se vio a si mismo vestido con una pijama verde , se sentía con unas ganas enormes de manejar el jeep que se encontraba afuera. El jeep también era de color verde, sostenía en sus manos las llaves, ansioso por encenderlo, se apresuró  a caminar en dirección al carro.
Fue cuando sintió que alguien, un hombre le acompañaba, se sintió fastidiado por esa extraña presencia.
Se hallaba de pie, junto a la puerta y quería subirse a toda prisa, entonces apareció en escena un loco que era agresivo.

Felipe lo observó y lo dejo pasar. Su deseo de correr en el jeep a toda velocidad era imperioso ; entonces cuando hace un segundo intento de subirse, otro loco hace su aparición y, le entrega un papelito con dos palabras escritas; que decían así; fuego y ceniza , pero no hace caso, entonces el otro hombre le dice; mire a estas palabras usted tiene que prestarles mucha atención.
Entonces recordó que ya estaban escritas, e hizo un tercer intento de montarse en el carro, el hombre persistió ¡Mire eso no es ninguna tontería!
Esas palabras no fueron copiadas de ninguna parte, dese cuenta que están escritas así como salieron.  El loco esperaba pacientemente y miraba al durmiente; entonces se volvió hacia él y vio que el loco le sonreía y todo él se iluminaba, entonces dejo caer más de esos papelitos blancos y se fue.
Abrió los ojos y se enroscó más en las cobijas que estaban calientitas.
 Pero dos palabras persistieron en su memoria; fuego y ceniza. Se levantó y comenzó a escribir varias cosas, entre ellas lo siguiente; unas manos agonizantes, incendiadas de dolores, inician de nuevo el ritual que esparce la vida...
Y se levantan presurosas, rompiendo las cadenas, los muros del silencio.
De esa forma puso la primera piedra del eslabón, para que las oscuras sombras se despejaran hacía el camino de  la luz... Sonrió se sintió feliz como un loco que gestual iza en la noche.
A lo lejos y en todos los tejados los gatos negros maullaban.
                                                                                                     
Extraído del librito Voces de la noche; Beatriz Elena Morales Estrada©.
 Diciembre de 2001. Derechos de autor, derechos reservados.
Publicado por Poetisa y escritora Colombiana; Beatriz Elena Morales Estrada en 10:38


                                                                                                          Fin

Extraído del librito Voces de la noche.  Beatriz Elena Morales Estrada©.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola mi querida Bea!!! es una historia con tantos tonos que nos lleva de asombro en asombro, en otros momentos nos parte el alma, en otros no agarra un suspiro y el final, me encantó!!! yo siempre vengo a leer tus obras, porque tú, eres una persona especial, diferente, con una forma de escribir única y me encantas!!!! TE ADMIRO MILES, MI QUERIDA BEATRIZ


Comentario de Eileen Odeth Ovalle el octubre 28, 2011 a las 3:48pm

Juan C. L. Rojas dijo...

Singular forma del relato en los saltos de las circunstancias descriptas de impacto... Interesante sensación de base onírica.
¡Saludos!