Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright
Diálogos con la sombra
Alcides, entrando a los jardines del palacio terrenal.
Poniacenia desde lejos pregunta.
¿Vienes o vas?
¿Eres portador de buenas noticias?
¿O qué traes en tus manos que veo plumas como aves?
Alcides
Solo sé que he venido desde el otro lado de la luna, donde el tiempo se hace incólume o se eterniza en la punta de los dedos.
Poniacenia
¡Oh por Dios! Veo que solo eres u n soñador de mundos.
Alcides
Es el parir…
Son como constelaciones de fuego o un mar de tristeza, que pareciera ser, desconcierta.
Poniacenia
Y una laguna húmeda y humectada germen de vida; serpentea dentro, voraz como boca sedienta y es cuando el abecedario y los túneles de mí ser, son penetrados por el aire, dando comienzo a la vida.
Alcides
¡Oh desdicha de las desdichas!
¿Qué tiempos son estos que nos ha tocado vivir?
Poniacenia
Vivimos un eterno tiempo; sin talamos, sin sol, sin luna y sin estrellas.
En una incertidumbre, que cada día pareciera ser, se vuelve congoja.
Alcides
Es cierto pareciera ser que declina el labio, como declina la tarde.
Poniacenia
Tal parece que cae la boca como cae la noche.
Si. Cae el telón y a veces entramos como en un marasmo; como en incógnitas encrucijadas, que nos detienen sin detenernos.
Alcides
Un rio, un rio corre en nuestra cotidianidad y no lo vemos, pero si lo sentimos.
Poniacenia
La noche que estamos viviendo me trae del pelo y el pelo me trae de entre la noche.
Alcides
Y hasta parece que hay un desfile de funestas miradas… Sí.
Poniacenia
Nuestro tiempo es como el lomo de un caballo
por fuerzas endógenas y exógenas agitado.
De movimientos trémulos y hasta pendencieros.
Alcides
Labrado quizá, en el taller del mejor o peor orfebre.
También como madera fina y delicada.
Poniacenia
Del mejor orfebre, Alcides, dado que es templanza para el espíritu.
Alcides
Nuestro tiempo es como un viento fuerte
que va esparciendo llamas incendiarias.
Poniacenia
Es como una vía láctea a punto de dispersarse, expandiéndose, y a punto de desintegrarse.
Alcides
Cómo un planeta, cuyo aire se está cociendo a fuego medio
por dentro, por fuera, en el espacio, apurado por fuerzas móviles.
Poniacenia
Sí, cuyo vacío es inexorable, en frente a un planeta gigante.
Es el mismo vacío que genera en nuestros huesos ansiedad y dudas.
Alcides
También yo he sentido el filo puntiagudo de un puñal,
la daga de una cruenta realidad atravesarme la garganta.
Poniacenia
Yo por mi parte, he sentido que en un candor de almas, se regocija el cielo…
Alcides
Se regocija el cielo, pero hay temor en nuestro mundo.
Yo por mi parte he visto soles y lunas desplomarse entre mis manos, vestigios de submundos interiores que parecieran ser, se deslizan de entre los dedos.
Poniacenia
¿Qué mundos extraños y desconocidos son esos, de los que hablas y de una belleza tan aterradora como sublime?
¿Tal Vez son parte de un organismo vivo?
Alcides
Quizá… No lo sé.
Frágil armadura, que por ser tan frágil, lleva en si la ternura,
arropan no obstante en sí, al ser.
Fundan en su fragilidad el mundo, toda creación y toda cosa.
Poniacenia
Y en parajes arcaicos, donde subyaces como en un ensueño,
esperas que una mano pródiga, pinte tu cuerpo desnudo
y lo bañe con flores de azahares.
Alcides
¡Oh! Y tu alma en vuelo padece y anhelas que sean purificados tus recintos, para que puedas brotar como flor de loto.
Poniacenia
Las flores vivas se marchitan, mientras mis pensamientos están en el aire, desgastada ante el intento suicida de mi memoria.
Alcides
Delirante y con los ojos desorbitados cual loco en frenesí,
también como con asombro; así mirando, casi con las órbitas salidas, mirando, siempre mirando, absorto , casi con frenesí. Te veo.
Veo tu mano aferrada a la chambrana, con fuerza, con vigor, segura de ti misma; sin temor al vértigo, sin temor a la caída, sin envidia de nada, sin temor del vacío.
Poniacenia
Si. Es porque allí veo el estanque azul, el
lago secreto.
El estanque de los peces dorados.
La levedad de las plumas.
Alcides
El vino de tu boca,
cabellos como terciopelo
tu rosa trae espinas, rompiendo la noche me hace desvariar.
Poniacenia
Deshojando margaritas,
como flor de los mares
aquietada unas veces,
sosegada otras,
intempestiva, o melancólica,
apartada en la sagrada morada de los dioses.
Alcides
Siempre persiguiendo mariposas,
siempre en la cumbre de la noche.
Poniacenia
Noctámbula, casi perdida
en la soledad infinita, en el aislamiento total.
Sola en un cuarto, sola y allí fue, en donde descubrí que realmente
las cosas son terribles en la vida.
Noctambula, sí.
Alcides
En cambio yo podría dar a mi alma el vuelo que quiere; ni la muerte, ni nada, me hará desistir, tengo alas muy blancas, que ni la guerra, ni la peste, ni la humillación, ni el desdén me harán desistir.
Poniacenia
A veces; hay ciertas cosas que no valen la pena.
Los hombres mueren, las naciones viven, los poderosos se atrincheran. Se ocultan.
Las naciones se van unas contra otras, los pueblos mueren.
No mueras tú.
No pierdas el origen de ti mismo.
Alcides
No me perderá el agujero de tu boca,
no me tragara el abismo de tus ojos.
Poniacenia
Ni la sombra solar, que de tu presencia surge,
no opacaran mis ojos, tu supuesta luz.
Esa que irradias, no apagaras mi sonrisa
Ahora no. No durante la Pandemia.
Alcides
La pandemia no nos opacara
Ni quitará el brillo de los ojos.
No abra bruma en ellos.
Poniacenia
¡Date prisa! ¡Ven!
A coro: Poniacenia y Alcides
¡No mueras tú!
¡Date prisa Ven!
Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright