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domingo, 8 de marzo de 2020

Albaro







                                                     Albaro

Durante mucho tiempo, más de un año, estuvo postrado en una cama con cáncer;  mi madrecita Beatriz,   nunca se enteró ¿Para qué?  Ella era una anciana y era mejor no decirle nada ¿Para qué?  Eso sería causa de más sufrimiento; mucho tiempo luché  junto  con  él;  para que le dieran una atención digna,  en esas EPS;  savia salud, tuve que colocar una  queja en la personería a fuerza de lidia lo atendieron,  le mandaron las quimioterapias, pero lo dejaban de atender,  porque  savia salud no pagaba a  tiempo  a las clínicas,  que le hacían  el tratamiento. Después de  que mamá murió, cosa que,  no le quise  decir ¿Para qué? El sufría mucho y agregarle más dolor,   tampoco serviría de nada; sin embargo un hermano,  se lo dijo; pese a que yo le pedí,  que no se l contará; el caso es  que a partir de ese momento,  comenzó  a decaer, a deteriorarse aún  más y un 30 de diciembre, como al medio día comenzó a tragarse los ojos y a desvariar; puedo afirmar que se daba cuenta de todo, tenía muchísimo dolor de cabeza y al frente comenzaron a festejar; esa música se metía por las paredes y causaba aún más aflicción a nuestra aflicción , más desolación a nuestra desolación ; no había manera de huir de esas fanfarrias, y el pobre,  estaba  en una pieza que daba al balcón;  como sentirá eso; creo que en demasía  Al otro día 31 , se le dio algo de comer y comió y aun al medio día me recibió algo , dado que le rogué;  me miraba  con sus ojitos todos risueñitos; el día anterior  en la mañana yo le pregunté,  cosas de su vida y nos reímos y todo; pero ya,  como al medio día su cuerpo estaba  adquiriendo cierta rigidez ; mi hermana lo iba a bañar incluso,  pero dado que lo vio así, se arrepintió,  no sabía qué hacer y yo lo único que podía;  era esperar  lo que ella dijera; sin embargo vino y me pregunto y le dije,  que rezáramos juntas y que invocáramos al espíritu  santo; entonces,  ya como a las dos  de la tarde,  creo,  se decidió a sacarlo,  pero no podíamos  las dos;  entonces la vecina,  María Isabel,   nos colaboró , llamando a los bomberos , lo sacaron  en una camilla  y yo me fui con él … Estuve todo el tiempo a su lado , pero esta vecina,  se apareció como a las 9 de la noche,  para reemplazarme y que durmiera un  rato;  la verdad no quería , pero ante la insistencia de ella,  accedí, además que , era hora de cambio  de turno y solo debía permanecer una sola persona como acompañante.  Albaro se tragaba los ojos, siempre hacia  adentro y hacia arriba; tenía la cabeza echada  hacia  un  lado;  dado que la tenía  llena de bolas, de tumores; yo le hablaba,  mientras sobaba  su cabeza, pero cuando  notó que yo me iba a venir ; me volteo a mirar. Cosa curiosa,  dado que se estaba ya ausentando.
 Aunque ya le había dicho  cosas, le había hablado. Lo quería mucho,  era mi  hermano… Me vine y  cansada,   me acosté un rato para volver luego al hospital. Sin embargo faltando 15 minutos,  para las doce de la noche; escuché  y sentí una presencia,  afuera de mi pieza,  un poco apurada,  que me decía; alvarito ya se murió,  ya está en el cielo con la mamá. Me levanté y fui a decirles a mis dos hermanas,  que se hallaban  en el segundo piso y no me creyeron;  solo dijeron, aquí todavía no ha llamado nadie, me regresé y al ratito, casi a los 10  minutos,  sonó el teléfono y mi hermana,   bajó y me dijo llorando que  alvarito,  ya se había muerto.  La llamaron.  Lo que les dije.   Él fue un hombre humilde; siempre despreciado y abusado, las  gentes lo explotaban  mucho.  En sus días, meses; más de un año  de postrado,  aceptó su suerte,  siempre con una sonrisita a flor de piel;  le gustaba que  le rezara a Dios por él; y que oráramos   juntos. Sé que está en el cielo tal,  como me lo dijo,  aquel bendito mensajero.

Beatriz Elena Morales Estrada 
                       

Cuando mi madre iba a morir


                  
                  
 Cuando mi madre iba a morir


Cuando mi  madre iba a morir; yo tenía un perrito que se llamaba Apolo; con una historia de vida muy triste y de mucho dolor. El perrito se hallaba postrado ya que  perdió la movilidad de sus patas traseras. Lo tenía en ese estado mucho años y lo cuidaba; pero  luego empezó a tener problemas para dar del cuerpo y ya tenía hasta incontinencia orinaría, entonces yo me negaba a verlo partir; nuestras vidas  estaban unidas por el dolor. Ya no dormía por las noches, ni me dejaba dormir así;  que me mantenía súper estresada, el veterinario ya me había dicho que lo pensara. Él comía muy bien; tanto es así, que hasta el último momento comió muy bien, lo amaba demasiado; aunque quizá no fui ta buena con él. Entonces ese día eran  tarde; tipo 6 y media; aún no anochecía y recuerdo muy bien,  que estaba lavando varias toallas que le colocaba al perrito; mientras él no dejaba de gritar,  llamándome;  en esos  momentos me llamó  mi hermana,  desde el segundo piso. A mi mamacita  la cuidaban ellas;  de un  todo y por un  todo; mis dos hermanas,  tan dedicadas y fieles a la familia,   tan buenas hijas y hermanas a la vez.  Una de ellas,  tuvo que salir y mamá  estaba dormida; y cuando mi hermana Ofe  me llamó,   era para que subiera rápido y le ayudara a cambiar los pañales a  mama.  Subí y la note muy pesada, casi ni la podía mover, más de lo  usual; no obstante, no   me di cuenta; no sé,  si logro  que me capten. Lo supe  y no lo supe,   abajo el perrito,  seguía gritando. Le ayude y la llevamos a la sala; la sentamos  en el mueble grande,  donde se hallaban cosas regadas,  del sobrino.  Eso me molestaba, pero él  era   y es intocable.  Mamá me miraba con sus ojitos pequeños y tiernos  todo el tiempo como preguntándome  o tratando  de decirme algo, pero el otro,  apremiaba abajo; así que baje, ella me siguió con  la mirada voltee a verla y aún seguía detrás de mí  y lo cambie  y le di su medicina, le tenía que dar tramadol   al pobrecito. La olvide abstraída en esos  quehaceres  Mamá   se quedó  con mi hermana y el hermano mayor, y una amiga de  él;  llamada Livia,   que estaba  ahí, en la sala viendo la televisión. Al rato llego mi hermana,  la cabeza del hogar y bueno  así pasaron las  horas, eran  como las nueve,  cuando escuché   un grito,  era Ofe llamándome, subí de prisa, en ese momento,  el tramadol  había hecho efecto; yo  estaba supremamente trasnochada. Con el corazón,  en la mano llegue a la sala, para escuchar el grito de mi madre,  que decía ¡Ay me voy a morir!  La toque y estaba fría, la vecina llamada María Isabel,  dijo que de seguro se le había bajado la presión; la otra hermana llamaba a EMI;  y una de ellas,  le llevó aromática caliente,  se tomó dos cucharadas y se murió,  de verdad se murió, dijo que tenía un dolor muy grande en   un lado de la cadera. Entonces la llame Beatriz, Beatriz;  yo había bajado y vuelto a subir,  con un aceite que yo misma había bendecido en nombre de Jesús  y rezando mucho; subí y le unte  en la frente y volví a llamarla; entonces ella regresó. Regreso y no cesaba de llamarme  y me llamaba  y se fue reponiendo, hasta que llegaron los de EMI  y  tenía que dejarla  sola. Entonces   invite a la vecina  y a la  amiga  del hermano,  de   Rodrigo,  a Livia, que se habían dado cuenta de todo, a que rezaremos  juntas uniendo nuestras manos.  Rezamos y mientras tanto,  en la pieza mamá volvía a llamarme  y me fui para donde ella; y los médicos,  dijeron que si la queríamos  llevar a un  hospital y me preguntaron a mí  y como vi,  que se repuso y que dijeron que estaba bien;  me confíe; no obstante,  decían que para tenerla  mejor allá  y que por si algo.   Dijimos que sí, fatal error mío,  dos errores. Mi hermana se fue con ella; pero antes  la sacaron y en el muro de afuera,  la abrace  y le dije,  que yo la iba a esperar  a que volviera; otro craso error.  Entonces dije,  iré  más tarde a verla  a acompañarla; más no se pudo  ella murió a las tres y media de la mañana.  Cuenta mi hermana,  que ella todo el tiempo estuvo consciente y la manera como  esas doctoras del hospital  san Rafael;   tratan a las personas, dijo que la tenía que dejar sola y cuando ella cuenta eso,  llorando, yo me siento pésima. Pero no basta, seguro,  yo creía que mamá  iba a volver, torpe de mí… Me confié  tan  solo,  porque le unte  un aceite y  “la hice regresar del más  allá”  Sé que me estuvo esperando,  me quería demasiado , yo era su niña, su preferida…  ¡Mamá!  ¡Cuánto lo siento cuanto! 

Moraleja. Si Dios le da a tu ser querido unas horas,  para vivir aprovéchalas. No seas como esta mujer;  que  más bien se acostó a dormir; pensando que habría un mañana para  compartirlo con ella... 

Beatriz Elena Morales Estrada