De memorias y pájaros
Veo como un velo, que aprisiona tu
rostro; quisiera rasgarlo con mis manos.
¿No desearías tu quitártelo?
En la lejanía, la amarilla luna desciende como un ciclo normal, que aún no se acaba.
y
el velo continua y tu cara se hace oscura.
¿Qué será aquello que la oscurece?
Hay caras
rigorosamente serias, calladas y la lluvia cae, sobre del pavimento, todo parece esconder un silencio, que se haya acurrucado en los bordelindes del agua.
Todo es un fragmento del todo.
Y
sin embargo se oye, como un pequeño golpecito.
¡Tan! ¡Tan! Hay un movimiento de goteras y un ave alza el vuelo.
Y
más allá, en la alborada
explayada de los aconteceres, hay un
comienzo de estrellas.
Un
claro de ellas, como un soliloquio de incógnitas o de amaneceres prodigiosos.
Entonces ese silencio se hace
plenipotenciario, como de pecho alzado; de un
amor inimaginable, extraído del confín
milenario de un corazón.
Y
aquí mismo, aquí abajo, la gota sigue
golpeando delicadamente, sobre el
pavimento.
Algunos
pájaros sacuden sus alas como asustados y se alejan, pero otros
permanecen inescrutables, mirando para
allá, al el horizonte.
Entonces
suena una voz; dijiste olvido y te arremangaste los pantalones,
hasta más arriba de los tobillos.
Después
metiste los pies dentro del agua; en las charcas y luego,
me miraste, tal cual, como si ya no existiera, tan solo en la memoria perdida de las cosas.
Parecieras ser, como si hubieses atrapado un olvido en las alas de una mariposa.
El tiempo es un vagón de memorias incógnitas, de memorias olvidadas y reencontradas en un
futuro estelar de las
cosas creadas.
Planeta póstumo, de ires y venires; de decires y no decires.
Al final mis ojos, se convierten o son dos pájaros de alto vuelo, que se posan allá, entre las nubes viajeras.
Beatriz Elena
Morales Estrada © Copyright NARRACIONES
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