Vientecillo
Ya
no hay nada y pareciera ser
que se evaporaron los sueños.
Pero del suave sol matutino,
se desprenden dedos de viento.
y del
árido sol, el atardecer y de este,
la
noche se suelta.
Si. Como
una dulce caricia, para apaciguar los dolores del cuerpo y del
alma.
Pero
en otras, ella, se despierta como
pantera, en contra de la vida.
Sin embargo, del
suave sol matutino, se desprenden
dedos de viento.
Y
del árido desierto el tenue atardecer.
Y
de este,
las estrellas y luceros
se descuelgan como dejándose caer.
Es como un dulce vientecillo para apacentar quizá, los dolores del cuerpo
y del alma.
Entonces revive la campiña, donde reposan todos los sueños y los anhelos.
Campiña verde, azul; zumo del olivo, indescriptible en su fragancia.
Arcoíris en el iris.
Sumergido
se halla y buscando
la flor, que como canela palpita,
el señor de los olivos. El señor del azul y del arcoíris.
El
señor fundador de las cosas, el que tiene el verdadero bastón.
Cuando la callada voz de viento resuena sobre la noche, se oyen
como caballos avanzando, como
toques de almohadas suaves sobre la
hierba
y la voz de Dios como susurros, sobre campiñas y sobre de almohadas.
Beatriz Elena
Morales Estrada © Copyright NARRACIONES
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