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sábado, 10 de julio de 2021

Quisiera



                                               

(Tango o balada o pop o...)

Quisiera 

Quisiera en esta tarde, en que la lluvia cae no cejar en mi empeño

de poder  ver un  rayito de   sol.

Quisiera en esta tarde  en que la lluvia cae,  vadear en los charcos

recuerdos de tu anhelo.

 En cada  anochecer palpitaban tus ojos, 

eran retoños  de estrellas que alegraban a mi alma. 

En estancias amenas,  puros cariños de ese nuestro  vivido amor.

Quisiera en esta tarde, en que la lluvia cae  vadear entre charcos  alegrías  aquellas. 

Tantos viejos recuerdos, que me traen amores  en especial el tuyo.

Quisiera en esta tarde, en que la calma vence toda aspereza  vieja,   

volver a recordar vadeando  en la lluvia los pasos que me  llevaban a ti. 

Nuestro cariño antaño,  caminando callejas que abrían las veredas de alegre festival. 

Suscitando  amores que abrían en ti,  tú  anhelo por mí. 

Quisiera en esta tarde,  vadeando en la lluvia,

con la ropa mojada,  propiciar ese encuentro

entre nosotros dos.

Si. Quisiera en esta tarde, en que la lluvia cae,

ver un rayito de sol. 

 

Beatriz Elena Morales Estrada © Copyright NARRACIONES

 

 

 

 

 

Callejón

 



Callejón

Un callejón sin salida, un bandoneón que no existe;

un amorío que acaba,  una penuria,  que  por fin, se  vaaaaa.

Callejón, viejo callejón,  donde en aquella esquina  solíamos ir.

Bajo un collado de estrellas,  conversábamos mirándonos;

mientras el cielo  caía y las  horas se iban livianas.

Un callejón, viejo callejón que ahora es un  cajón.

Y un bandoneón que acabó.

Un collado de estrellas que se quedó.

Y una  Medellín de  avenidas sin fin 

y  que pinto su cara de otro color. 

¡Atiéndeme!

 Quiero decirte algo, no es lo que tú  imaginas;

pero debemos hablar, para que entiendas que ese  amor  ya acabo y por más, 

que en mi pecho  quede   algún vestigio; ya no  podría  volver contigo;

dado que fue tanta la amargura que me hiciste beber.

Copas de cicuta para mí, tenías a borbotones.

Yo no quiero volver a lidiar con esas cosas.

¡Escúchame!

  Quiero decirte algo; ya no vuelvas nunca más; yo,  ya no te quiero,  ni querré nunca más.

Quiero salir del sangriento valle de lava en que me dejaste.

Me rompiste el  corazón; y te fuiste con la otra.

¡Sinvergüenza!  ¡Vagabundo!

Con el correr de los tiempos,  le harás  lo mismo a esa.

Lo mismo que me hiciste a mí.

 ¡Me vale!  ¡Me vale un pito tu traición! 

 Lo que hagas ahora.  Me tiene sin cuidado.

Ahora soy feliz.

 Canto y rio y hasta brinco de felicidad.

Callejón viejo callejón

 y un bandoneón que no existe y una  penuria que acaba

 y  una ciudad que cambio.

¡Callejón viejo callejón!

Beatriz Elena Morales Estrada © Copyright NARRACIONES


 

 

 

Vientecillo

 


Vientecillo

  Ya no hay nada y pareciera ser

que se evaporaron los sueños.

  Pero del suave sol matutino,

se desprenden dedos de viento.  

y  del árido sol,  el atardecer y de este, 

 la noche se suelta.

Si.  Como  una  dulce caricia,  para apaciguar los dolores del cuerpo y del alma.  

 Pero en otras, ella, se  despierta como pantera,  en contra de la vida.

Sin embargo,  del  suave sol matutino,  se desprenden dedos de viento.  

 Y del árido desierto  el tenue atardecer.

  Y  de este,  las estrellas    y luceros  se  descuelgan   como dejándose caer.

Es  como un dulce vientecillo   para apacentar quizá, los dolores del cuerpo y del alma.   

  Entonces revive la campiña,   donde reposan todos los sueños  y los anhelos.

Campiña verde, azul;  zumo del olivo,  indescriptible en su fragancia.

Arcoíris en el iris. 

Sumergido  se halla y    buscando  la   flor,   que como canela  palpita,  

el señor de los olivos. El  señor del azul  y del arcoíris.

 El señor fundador de las cosas, el que tiene el verdadero bastón.

Cuando la callada voz  de viento resuena  sobre la noche, se oyen

  como caballos avanzando,  como toques de  almohadas suaves sobre la hierba

 y la voz de Dios   como susurros,  sobre campiñas y sobre de almohadas.

Beatriz Elena Morales Estrada © Copyright NARRACIONES

 

 

Voz que canturrea

 


        Voz que canturrea

La voz del agua que canturrea

en los acantilados y en las húmedas  bocas

entre las grietas  de las manos 

y entre las greñas de cabelleras. 

Hay brisas de  hileras de dientes

 fragancias  de pechos desplazadas  allá y acá.

Hay brisas  greñudas  y  enlazadas,  juguetonas   allá y acá.

Pero no  crees que te amé con fervor de instancias.  

Volaron los pájaros  y llegaron inviernos.  

Y se nublaron  los ojos  durmiéndose los corazones

y las brisas de   cabellos  se desperdigaron en humaredas.

   lo  que estaba  entrelazado se fue para allá

y para acá cesaron   primaveras.

Pero no crees que te amé con fervor de instancias. 

Pero acá y allá  se ven nuevos colores.

  Nuevas  y fervorosas constancias. 

Se gestual iza el verbo y no cae la palabra. 

Está    me seduce y me invita a caminar leguas.  

Es  ella, mi nueva instancia ahora.

Allá y acá, no cesa  de  decir;  susúrrame, y habítame

hasta que se vuele el tejado.

Me lo dice  y a su vez de la mano me lleva.

Mientras el agua canturrea  entre oídas de oídos.  

Es la a voz del  viento  que acaricia.

Es mi consabida y siempre  fervorosa  amiga

que me deletrea  cada silba, con infinita gracia.

Es la voz que corre entre las líneas  de la escritura.

es el agua que canturrea   entre la febril sangre que circula.

               Beatriz Elena Morales Estrada © Copyright NARRACIONES

 

 

De memorias y pájaros

   


                       De memorias y pájaros   

Veo como un velo, que aprisiona tu rostro; quisiera rasgarlo con mis manos.  

¿No desearías tu quitártelo? 

En la lejanía,  la amarilla luna desciende como un ciclo   normal, que aún no se acaba.

 y el velo continua  y  tu cara se hace oscura.

 ¿Qué será aquello que la oscurece?   

Hay caras  rigorosamente  serias,  calladas y la lluvia cae, sobre del  pavimento, todo parece  esconder un silencio, que se haya acurrucado  en los bordelindes del agua.  

Todo es un fragmento del todo.

 Y sin embargo se  oye,   como un pequeño golpecito.  

 ¡Tan! ¡Tan! Hay un movimiento  de goteras y un  ave alza el vuelo.   

Y  más allá,   en la alborada explayada de los aconteceres,   hay un comienzo de estrellas.  

 Un claro de ellas, como un soliloquio de incógnitas o de amaneceres prodigiosos.

Entonces ese silencio  se hace  plenipotenciario,  como  de pecho alzado;  de  un amor inimaginable,  extraído del confín milenario  de un corazón.

 Y aquí mismo, aquí abajo,  la gota sigue golpeando delicadamente, sobre  el pavimento.

 Algunos pájaros  sacuden sus alas   como asustados y se alejan, pero otros permanecen inescrutables, mirando  para allá, al  el horizonte. 

Entonces  suena una voz; dijiste olvido y te arremangaste los pantalones, 

hasta más arriba de los tobillos.

 Después metiste  los pies dentro del   agua; en las charcas y  luego,  me miraste, tal cual,  como  si ya no existiera, tan solo en  la memoria perdida de las cosas.

Parecieras ser,  como si hubieses atrapado  un olvido en las alas de una mariposa.

El tiempo es un  vagón de memorias incógnitas,  de memorias olvidadas y reencontradas en un futuro estelar     de las   cosas  creadas.

Planeta póstumo,  de ires y venires; de decires y no decires.

Al final mis ojos,  se convierten o  son dos pájaros de alto vuelo,  que se   posan  allá,  entre las nubes viajeras.

Beatriz Elena Morales Estrada © Copyright NARRACIONES