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jueves, 2 de abril de 2015

El MAR







El Mar


Esteban lozano se hallaba desnudo sobre el gran acantilado que bordeaba la inmensidad de las aguas. Toda la vista del mar parecía a sus ojos convertirse en diminutas perlas blancas. Estas chocaban una y otra vez contra las rocas lisas ígneas que el azuloso mar había logrado tallar magistralmente durante milenios. Innumerables estrellas anidaban como alados pájaros en su mente y se posaban en sus ojos, deslizándose dentro de sus ojeras, que se dibujaba grandes, dándole a su rostro un aspecto fantasmal, extraño. Más allá, la espuma roja, azul clara,  formaba caballitos dorados que cabalgaban haciendo sobre sus lomos figuras de hadas, de duendes ardorosos,  juguetones;  pero atrás la playa se sentía  callada,  tris tona,  envuelta solo por los efluvios  hermosos que las olas traían en su recorrido y le regalaban. Luego de esto la playa parecía quedar solitaria, desierta vacía. Cualquiera que hubiese podido trepar las rocas lisas, peligrosas o rodear el borde del acantilado para observar la vegetación oscura y espesa del fondo de las aguas o simplemente para recrear su vista con el  terrible y fenomenal oleaje, si por casualidad hubiese mirado, y hubiera visto a Esteban lozano, quizás lo habría confundido con un especie de animal raro, surgido de las profundidades del submundo marino. Pero él aún con  sus ojos extraviados, ausentes como de si mismo parecía hallarse en reposo. Un cansancio grato le recubría uno a uno los miembros de su cuerpo, le agarraba los desnudos pies  y subía hasta la ultima hebra de su cabello negro y ensortijado, No obstante jadeaba lento, con una respiración casi promiscua como si buscara su infinitud en un pluralismo de seres.
¿Habría luchado Esteban Lozano con dragones o  mostros marinos?
¿Quizás algo peor que eso pudo sucederle? Tal vez Habría luchado con hombres y con mujeres  dentro del mundo civilizado, ese lugar en donde los unos excluyen o se excluyen de los otros y en donde al final terminan suprimiéndose por falta de un entendimiento. Pero a esas instancias seguía desnudo a las postrimerías quizás de un nuevo amanecer.  La imagen proyectada no era la de un guerrero que calzara altas y fuertes botas, más bien parecía como si el mar hubiera acabado de parir otra especie de animal, un animal  pequeño si acaso nos atreviésemos a compararlo con la grandeza de las formas que se le develaban ante los ojos. Abajo en el fondo del acantilado, las olas golpeaban con furiosa avidez las rocas y ya luego se alejaban para regresar aun con mayor ímpetu  y este continuaba absorto, preso de una extraña fascinación…
Al tratar de acercar más mi visión hacia su rostro pude ver como se le formaba una sonrisa gozosa en medio de su boca. Sus negros y espesos ojos de repente se convirtieron en cielo,  en mar. Y las olas de nuevo, pero ahora más furiosas que siempre se arrojaron queriendo alcanzar el borde del acantilado y la playa hasta entonces callada, pareció estremecerse ante el furioso oleaje que se cernía también sobre de ella. Pero él se hallaba ahora de pie triunfante como si acabase de llegar de una batalla feroz, listo ya para regresar al mundo civilizado y convertido en un simple  animal de superficie.

Beatriz Elena Morales Estrada
Extraído de mi obrita Voces De la Noche
Publicado por la editorial Lealón
Derecho de autor registrado


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