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lunes, 10 de enero de 2022

“Ser callada”

 

 



“Ser callada”

 

Ser callada como la boca de un pez sin rio,

y si me rio de pronto exhalando los dientes

¿Qué podría pasar? ¿Qué va a pasar?

¡Nada!

¿A quién puede importarle un acontecimiento tan simple? 

Nacido de una sencilla mueca, que denota vida, en una cara, que  podría ser  cualquier rostro…

 Bueno,  siempre habrá una en particular.  

Ser callada y silenciosa como si no, pisara con la fuerza de cien elefantes o como si no tuviera dientes, sino solo encías.

Ser nada, ante los ojos de los grandes, tan grandes, que me chupo hasta las encías,  de ver a tanta grandilocuencia:

¡Ser nada! Incluso ante el más vil y cobarde

¿Cómo si no fuera nada?

Solo una titilante, entre surcadas y parpadeantes esferas.

¡Qué importa! 

Es mejor ser una no-nada, que darme ínfulas ante  tanta vana grandeza.  

Ser callada, como con dientes apretados y de pronto, hasta soltar la carcajada, renuente

a la banalidad y superflua mirada del pavo real.

Renuente a la muerte y a sentirme caída, dado que no lo estoy.

Si. Ser callada, como si no tuviera boca, labios, lengua, zapatos, ni ropa, ni nada.

Ni nada, que me acaricie en suspiros o incluso:

Que me lance  pétalos azules, en este mundo de tantas cosas que pisan,  y de grandezas, tan grandes, que hasta me anonadan.

Si. Ser callada como bocas cenicientas, o como un calvario de tumbas.

Si,  ser callada, en un chispero de mierda que al zarzo vuela podrido. 

Sí.  Ser callada como una flor, sin ser floripondio.

Ser callada como una cosa, que no es cosa y no me quedo de cosa.

¡No quiero! ¡No! ¡No!

Ser callada y ya voy acabando con eso, que ya me tiene cansada.

Y si me rio de pronto y suelto la carcajada, sin ser payaso, ni nada.

Y si abro mi boca y sale un rio sonoro, cantar de pájaros en un destello de dientes,

y en  un parpadear de ojos.

Sí. Ser callada, con manos elocuentes y con mis plumas aladas.

Sí.

Sí. Ser callada ante  tantos importantes

Y así se miran gritando arriba  a  tantos grandes, a un montón de floripondios,   que no han aprendido nada.

Mientras que aquel,  que es dueño de todo,  entre más pequeño sea…

Allá en el cielo se mira.

Beatriz Elena Morales Estrada ©


 

 

 

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