Bajo la forma de un
ave
Mi Nacimiento II
Y hay estaba yo soñándome,
viviéndome y sintiéndome y mientras me
soñaba soñándome bajo una forma que no era la mía, es decir mi forma humana, mi
contexto físico; vivenciaba con plenitud que mi cuerpo, todo mi ser tenia la
forma de un ave. Así me soñé esa
madrugada.
Era un ave blanca de
una trasparencia sin igual, pero físicamente compacta. Volaba
y volaba lo recuerdo muy bien, porque venia huyendo de la fría heladez de los
polos glaciales; entre la neblina y la aridez de aquel paisaje mis pequeños
ojos buscaron un lugar en donde reposar.
Sentía que mis alas y las plumas que cubrían a mi
cuerpo se entumecían presa de un cansancio milenario. No me daba cuenta que
poco a poco, el frio granizar se iba quedando atrás.
De pronto ¡uff! Pensé;
creo que he volado tanto, tanto que parecen siglos; miré y vi hacia lo lejos y
un poco más arriba de mi vista; si era un bosque, ¡por fin! Exclamé desde el sonido de mi pecho que se llenó de alegría.
Los primeros rayos
del sol acompañaron mi llegada a ese maravilloso y frondoso lugar. Los rayos del sol penetraron mi cuerpo,
los sentí, tiernos, cálidos, suaves, caían
sobre mí, sobre mis plumas, sobre todo mi cuerpecito blanco. Fue entonces
cuando logré posarme sobre la rama de un
gigantesco y hermoso árbol. Pero estaba tan exhausta y a la vez tan contenta,
que me era imposible darme cuenta que estaba agonizando y sentí, como poco a
poco la vida, mi vida de ave se extinguía. Mientras tanto el sol seguía abrazando
mis plumas, mis alas… Era tan grato. Me sentía muy bien, Después todo fue
silencio fraccionado en decimas de segundos, porque yo volví a sentirme a mi
misma convertida en átomos, eso, eso era increíble, maravilloso y luego en una molécula
cada vez más y más pequeña, hasta desintegrarme por completo.
Todo eso era yo, el
ave, vivenciandolo todo, la totalidad de mí. Lo sentía en mi propia materia
infinita e indolora ya para esas
instancias. Lo sentía porque todo eso era la expresión máxima de mí ser. La desintegración a la que yo llegaba tomó
la forma de un mar absolutamente claro, de un azul infinito, bellísimo trasparente.
Luego abrí los ojos y me quedé muy quieta en mi lecho. Todavía el gozo de una
felicidad indecible invadía todo mi ser y así supe quizás como era la forma de
mi alma. Fue en verdad una experiencia maravillosa.
Beatriz Elena reservados © Derechos todos.
Esta Narración la he extraído
de mi obrita voces de la noche
Y que ha sido
publicada por la editorial Lealón; Medellín, Colombia
Esta obrita esta
registrada en la unidad administrativa de derecho de autor de mi país
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