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domingo, 29 de marzo de 2015

BAJO LA FORMA DE UN AVE





Bajo la forma de un ave
Mi Nacimiento II

Y hay estaba yo soñándome, viviéndome y sintiéndome  y mientras me soñaba soñándome bajo una forma que no era la mía, es decir mi forma humana, mi contexto físico; vivenciaba con plenitud que mi cuerpo, todo mi ser tenia la forma de  un ave. Así me soñé esa madrugada.
Era un ave blanca de una  trasparencia  sin igual, pero físicamente compacta. Volaba y volaba lo recuerdo muy bien, porque venia huyendo de la fría heladez de los polos glaciales; entre la neblina y la aridez de aquel paisaje mis pequeños ojos buscaron un lugar en donde reposar.
Sentía  que mis alas y las plumas que cubrían a mi cuerpo se entumecían presa de un cansancio milenario. No me daba cuenta que poco a poco, el frio granizar se iba quedando atrás.


De pronto ¡uff! Pensé; creo que he volado tanto, tanto que parecen siglos; miré y vi hacia lo lejos y un poco más arriba de mi vista; si era un bosque, ¡por fin!  Exclamé  desde el sonido de mi  pecho que se llenó de alegría.
Los primeros rayos del sol acompañaron mi llegada a ese maravilloso y frondoso  lugar. Los rayos del sol penetraron mi cuerpo, los sentí,  tiernos, cálidos, suaves, caían sobre mí, sobre mis plumas, sobre todo mi cuerpecito blanco. Fue entonces cuando logré  posarme sobre la rama de un gigantesco y hermoso árbol. Pero estaba tan exhausta y a la vez tan contenta, que me era imposible darme cuenta que estaba agonizando y sentí, como poco a poco la vida, mi vida de ave se extinguía. Mientras tanto el sol seguía abrazando mis plumas, mis alas… Era tan grato. Me sentía muy bien, Después todo fue silencio fraccionado en decimas de segundos, porque yo volví a sentirme a mi misma convertida en átomos, eso, eso era increíble, maravilloso y luego en una molécula cada vez más y más pequeña, hasta desintegrarme por completo.
Todo eso era yo, el ave, vivenciandolo todo, la totalidad de mí. Lo sentía en mi propia materia infinita  e indolora ya para esas instancias. Lo sentía porque todo eso era la expresión máxima  de  mí  ser. La desintegración a la que yo llegaba tomó la forma de un mar absolutamente claro, de un azul infinito, bellísimo trasparente. Luego abrí los ojos y me quedé muy quieta en mi lecho. Todavía el gozo de una felicidad indecible invadía todo mi ser y así supe quizás como era la forma de mi alma. Fue en verdad una experiencia maravillosa.

Beatriz Elena reservados © Derechos  todos. 

Esta Narración la he extraído de mi obrita voces de la noche
Y que ha sido publicada por la editorial Lealón; Medellín, Colombia
Esta obrita esta registrada en la unidad administrativa de derecho de autor de mi país

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