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lunes, 5 de junio de 2017

LA MADRE

                                                                    
                                                                                            LA MADRE
Recuerdo una casa situada a la orilla de la carretera, y  dentro  a una mujer como de treinta y cinco años, de cabellos largos y un poco ondulados y un patio hecho de tierra, que ella barría, con una escoba de ramas amarradas; aun siento,  ese sonido que da el frote,  de esa escoba rama,  contra el polvorín del  patio y en la parte posterior, es decir,  trasera de la casa,  el ruido, la bulla  continua de una gallina, que estaba fuera del gallinero, y  ella cacareaba y cacareaba tanto ¡ay!  Ese ruido mágico del silencio,  en una casa campesina,  en donde solo,  se encontraba esa mujer y yo; así que le pregunte; lo recuerdo muy bien. ¿Poque esa gallina  cacarea tanto?   
  Y el sol,  en plenitud de la mañana, que bello tiempo, como un devenir,  que da vuelcos en el alma. Esa gallina esta chueca, dijo; jamás he comprendido,  que quiso decir…
 O quizás sí., no lo sé. ¿Una gallina chueca?  Ella era una mujer triste y sola   y yo de algún modo,  era feliz entre el silencio y los ruidos de la naturaleza; pero también recibía, los golpes  en las piernas de esas ramas,  con las que hacia esas escobas, me quedaban los moretones  y mi llanto, no me peque más, no me pegue más…

Y el sonido de la escoba sobre el patio de tierra   y las gallinas en el granero  y la cloaca entre los matorrales y ella,  la madre joven aún,  haciendo sus quehaceres, siempre sola y siempre en silencio…   
Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright

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