LA MADRE
Recuerdo una casa situada a
la orilla de la carretera, y dentro a una mujer como de treinta y cinco años, de
cabellos largos y un poco ondulados y un patio hecho de tierra, que ella
barría, con una escoba de ramas amarradas; aun siento, ese sonido que da el frote, de esa escoba rama, contra el polvorín del patio y en la parte posterior, es decir, trasera de la casa, el ruido, la bulla continua de una gallina, que estaba fuera del
gallinero, y ella cacareaba y cacareaba
tanto ¡ay! Ese ruido mágico del silencio,
en una casa campesina, en donde solo, se encontraba esa mujer y yo; así que le
pregunte; lo recuerdo muy bien. ¿Poque esa gallina cacarea tanto?
Y el sol,
en plenitud de la mañana, que bello tiempo, como un devenir, que da vuelcos en el alma. Esa gallina esta
chueca, dijo; jamás he comprendido, que
quiso decir…
O quizás sí., no lo sé. ¿Una gallina
chueca? Ella era una mujer triste y
sola y yo de algún modo, era feliz entre el silencio y los ruidos de
la naturaleza; pero también recibía, los golpes
en las piernas de esas ramas, con
las que hacia esas escobas, me quedaban los moretones y mi llanto, no me peque más, no me pegue
más…
Y el sonido de la escoba sobre
el patio de tierra y las gallinas en el granero y la cloaca entre los matorrales y ella, la madre joven aún, haciendo sus quehaceres, siempre sola y
siempre en silencio…
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
No hay comentarios:
Publicar un comentario