Las primeras luces del amanecer, trajeron
consigo la visión de las montañas, fundidas en una tenue claridad a punto de
romperse, en frente del verdor, ceñida
de pupilas titilantes; mientras la ciudad a sus pies, yacía vestida de silencio, como
si todavía guardase dentro de su seno,
la mágica sensación de los ruidos, que ahora pernoctaban apagados; pero que en
cualquier segundo, podrían explosionar
en forma de fuerzas exógenas y endógenas y a
la par que, las cosas surgían,
ahondaba dentro del pecho una sonata, con sus multiformes modos; en tropiezos, desavenencias, soledades pequeñas o
grandes alegrías y según las
percepciones o vivencias del instante de la vida, en el tiempo,
que tocaba a cada ser humano.
Una
luz leve, fundaba la esperanza, que se afianzaba desde el
principio de los tiempos y se asentaba
en el corazón con firmeza o con
levedades, según cada quien, en sus
afanes. Era y es el tiempo, en que las
puertas pantanosas de la existencia, auguraban cosas deplorables; un
tiempo que viene de los tiempos y cuya raíz, trae consigo al hombre de la
marca, ese que lleva en su corazón, la impiedad y la dureza.
Todo
era y es pasado, porque
mientras, paso la yema de mis dedos, de
un lugar al otro, ya se hizo el pasado, pero también el futuro, de manera tal,
que el presente da una luz sosegada
y a su vez desazogada a un presente, que
es incierto, en la medida que las cosas
avanzan; ya que, lo que se siente, es que va decayendo la existencia, como van
cayendo en sombra los rostros, que se
desvanecen y sin proponérmelo veo entonces en el espejo a otro , que me
nombra. Es cierto, decaen en sombras los
rostros, como decaen las manos y se
cuelgan los labios y como piraña el sistema come, te come los
sesos y además te dice que hay, que
ir más allá de las cosas, para sublimizar, un producto que daña tu vida y te vuelve un
adicto…
Pero
es cierto, si se tuvieran suficientes sesos, iríamos más allá de las cosas, sin
embargo no nos interesa, nos parece difícil
la cosa, en más fácil, retraernos con alcohol, drogas, y otras cosas, que nos vendan lo ojos, sin
embargo es muy bueno que nos
entretengan, si…
Y por cierto,
la aurora trae consigo, el contacto del gallo, que es anunciador; pero
el anunciador es quizá también, algún
profeta, que lleva consigo algún delirio,
que alcanza el sol y en la
obnubilada esfera del sueño, Dulcinea y su señor aparecen en extravíos precisos de un Quijote que se
camufló en el romántico, cuya silueta,
se haya alineada, contra los edificios o camuflada entre
los parques otoñales de la ciudad. Pero casi desvanecido.
Fue así, que esa mañana me encontré caminado
por una de las avenidas de la ciudad, cuando vi, a una pareja
y esa pareja, caminaba hacia mí,
en ese momento y entonces lo que vi, me
recordó esa reunión entre el amor y el amor; pero en verdad era, al menos, eso parecía,
tan real, no se besaban ni andaban,
en meloserias vanas, solo iban tomados de las manos, pero en ellos,
reflejaba o trasmitían sin
quererlo, por medio de su ojos y de lo que emanaban, la inigualable y saludable
reunión, entre dos almas gemelas.
De
todas maneras, seguí deslizándome por la ciudad y me dije a mi mismo, yo no
soy el profeta, no anuncio nada; el
anunciador es otro, si otro y además sé,
que si digo, que yo soy el
profeta, no faltara, quien venga, me
mire a los ojos y me diga colocando su dedo,
contra mí, señalándome ¿Tú eres el profeta? Ni me digas jajaaaja, entonces a
continuación, me dirá, tu estas de diván; pero no, que va; yo no soy nada de esas cosas.
¿Porque no te fijas en los ojos y el rostro de
los lagartos que gobiernan? Ellos, son
los engañadores y claro; no es porque,
te lo diga yo. ¡Ve! como esta
todo. ¿Es que no te das cuenta? Le
grito, le recontra grito; pero el inoficioso se va, riendo, riéndose de mí, que tonto; veo a
tantos cuyo diván, son las calles y
miran la acera, lamiendo con su bocas
desdentadas, la pocilga, de los zapatos de quienes los atropellan;
bien, en el tiempo de Noé; se cometían toda clase, de vejámenes, iniquidades y maldades, hasta con los animales; ¿Qué que
tiene qué ver? Dicen ustedes, que nada,
claro, es que yo estoy chiflado, pero en fin…Ahora es lo mismo y
siempre ha sido así.
Entonces,
me acorde que el otro día, iba caminando con mi amiga Estela; bueno esa
ni amiga era, pero con ella, iba, esa era
una, costeña, alta y
delgada, rubia, con cara de muñeca
y un cabello largo, y ondulado,
como modelo, de la televisión; así era…
Ella
iba, más adelante de mí y
yo, un poco más atrás; eso fue, por Bolívar, yo estaba resegado, entretenido,
mirando vitrinas y con la boca
abierta, admirado de todo lo que veía.
Cuando de repente, alguien,
que estaba más adelante, un harapiento, que estaba parado en la
acera; grito a todo pulmón, al mismo tiempo que le hacía venia ,
inclinándose, tal y como, cuando se le
da paso a un reyezuelo; mírenla, véanla, reconózcala, ella es el mismísimo patas; hay va; si como
no, es ella ábranle paso , ábranle el pasoo y ella continuó caminando, con la
cabeza erguida; mientras a su vez, movía el culón y los pies hacia los lados, como si estuviera
batiendo chocolate. ¡Ha! ¡He Ay! El profeta pensé…
Pero
Estela, se va ir y me va dejar y
arranque a correr y al
pasar, por el lado del
anunciador, este, se arropó,
con su mugrienta cobija y ni me miro siquiera.
Estela es una mujer, que le gusta
mucho quemar hierva , esa que tiene un olor muy fuerte y luego se va a
cachar con su novio Juan; una vez, me
acosté con ella, pero no me gusto, me pareció muy rara, sabia a una cosa
cremosa, no se… Estaba untada de una cosa jabonosa, por todo el cuerpo y uno la tocaba y se resbalaba, hay como pude bregue.
Pero lo que sí, tengo que
reconocerle, es que ella, nunca, me
insinuó, que fumara de eso, y es que
bobo, yo no soy; siempre me daba cuenta que eso, eso, no era una cosa buena y adicto yo, si no quería ser.
Pero a mí,
me da pesar con Estela, porque me
contaron que a ella, el papá se le había
muerto quemado, si quemado, es que, lo
que pasa, es que él, era un viejito, muy alcohólico y fumaba mucho y dicen, eso dicen, que el viejito, se quedó dormido con el pucho entre los
dedos; tal y como dice, el tango
y se quemó, porque el
cigarrillo, lerdo, que lerdo,
fue quemando todo y eso fue,
lo que paso,
que dizque se aso y que no quedo, sino solo pura ceniza; claro eso somos ¡
Ay¡ pero a veces, dudo,
era que, como, yo iba mucho allá ; creo que a la
Estela, ya no le gustaba y ella invento,
esa historia, para que yo no
volviera, eso lo hizo, porque, después de eso; yo ya
no la volví a ver, eso me dijo, que la llevara hasta la terminal fe los buses
; ya que se volvía para Cartagena; pero, creo que lo inventó. Eso es, lo que
pienso, bobo yo no soy, porque el
otro día, después de eso, fui a
buscarla y estaba, besándose
con otro tipo, estaba, en una
camioneta grandota y pensé ¿Por qué
lo hizo si solo éramos amigos? ¿Pero si Estela no era el mismísimo patas y el
harapiento no era el profeta? ¿Entonces quién podría ser el uno y el otro? Todavía recuerdo allá, en esa barrio en donde vivíamos, a un señor
fulano de tal, don Guillermo , que se iba a trabajar todos los días y yo entraba a la pieza, que la dejaba a dejaba abierta, era un señor, que tenía la frente casi pelada ya; con entradas anchas, blanco… Y uno se encontraba, conque montón de bolsas plásticas pequeñas,
amarradas; bueno, no eran tantas, tres,
cuatro y estaban llenas de semen, digo que es semen, porque la pieza olía a eso
y es el mismo olor, que se
encuentra en la pieza de don gallito que lo he visto, con estos ojos, sí señora,
que se van a comer los gusanos,
con una media entre las piernas y
se la pone , en esa cosa, que
tiene y no es porque yo, lo esté espiado, nada de eso, yo iba sano a buscarlo , cuando
lo vi, en semejante ajetreo y lo he
visto varias veces, él piensa que nadie
lo ve , porque está encerrado en su cuarto, pero me choca eso , a mí no me
gusta, no que va; pero entiendo, que el
pobre no tiene mujer ; también el otro
día, en una universidad, vi a uno que parecía el profeta y decía, desde el quinto piso, montando en los muros, que eran muy altos y sobre de ellos
andaba y caminaba por ahí y parecía no temerle a las alturas;
no le daba miedo caer y si, es verdad,
ese hombre jamás se cayó, de eso tan
alto.
Él decía,
que la biblia era un libro, que si lo queríamos leer bien, en forma, para poder entenderlo, había que leer de atrás para adelante o sea
al revés y entonces, decía que estábamos matando al cristo, con el
desperdicio de los fluidos corporales y de muchas otras formas, pero no señora
a mí, no me dio ganas de repetir eso ;
sin embargo, estuve en la plaza
de Bolívar, dizque en honor, al gran
libertador, es que se llama así. Y estuve repitiendo lo mismo que ese,
muchacho de las alturas, de seguro, me gane muchos adeptos, porque me hicieron
rueda y todo y me miraban con la boca abierta, hasta que llegó la pelona de mi hermana mayor y es que a ella, como que
no, le caigo muy bien, porque cuando, me voy,
para la misa y al regreso me remeda y me saca, la lengua y me dice, eso lo hace, para hacerme dar rabia. ¿Ya te fuiste a santificar? Eso es cosa mía, le digo, pero
esa, sí, que esta,
mandada a recoger. Me trajeron
para acá, dizque porque estoy, mal de la
cabeza, pero yo me sigo preguntando ¿Por qué?
Yo no lo sé.
Se lo aseguro doctora, dígale a esos hombres de allá,
que me dejen salir. ¿Sí? Vea yo
le juro, que yo no me creo el profeta. Y
no me ponga más, esa inyecciones, no ve,
que hay, si me va a volver loco.
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
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