EL MAESTRO
Y un día, un sabio se paseaba, en compañía de sus
discípulos, por los alrededores de una
universidad barrial y elocuente; de repente, una nube tórnanse grisácea, a lo
lejos, la ciudad se divisaba ¡Maestro!
¡Maestro! Dijo el impetuoso y más cercano de entre los discípulos; mire, aquellas otras
nubes se han vuelto también oscuras; es cierto dijo el maestro, siempre mirando
con dulzura a su discípulo, le pregunta ¿tú qué opinas Maico de esas nubes que se propagan en el mismo color
o sentido? Maestro, que pronto caerá la lluvia y fertilizara a la tierra o la destruirá según la situación.
Los otros discípulos escuchaban atentamente y
entonces el maestro, mirándolo con infinita ternura le dijo; tienes razón hijo
mío y deberemos aprender también, que así como las nubes pueden influenciar a
otras; aunque estas se derivan de una totalidad
fenoménica o ambiental, relacionada con la temperatura de un lugar
específico o de un sentido climático tal; nosotros llevamos adentro
algo que padecemos y que en su
mayoría lo transmitimos a los demás, bien
sea consciente o inconscientemente y por eso, es menester , que lo que transmitamos a los demás
y según sea la ocasión, sea algo, que
en lugar de contaminar a los demás, de ensuciar sus vidas, sea algo que les deja una enseñanza o
simplemente, los motive a seguir la
vida, desde una manera o modo más
positivo, de un modo más sano. Otro de los
alumnos respondió; fresco maestro que todo bien. Este lo miro y le sonrió con el infinito en sus labios y
en sus ojos.
Mientras otro de ellos dijo y si no nos apresuramos, parce maestro nos va a caer tremendo
vendaval. El maestro, aceptó con un movimiento de cabeza, pero antes de ponerse
en camino dijo:
Y recuerda, recuerda Maico y ustedes mis
amados discípulos, que la fortaleza, de la fuerza no es la fuerza, no, es el amor, sólo este último da a la fuerza, resistencia para seguir caminando, para seguir transmitiendo lo que es.
Y así, de ese modo, ellos siguieron su camino, hasta encontrar una
fonda, que los albergara del frío y de la lluvia que arreciaban.
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
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