BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA BEATRIZ ELENA MORALES ESTRADA ISBN 958-33-3042-b 978958333o421
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Beatriz Elena Morales Estrada© Copyright Diálogos con la sombra Alcides, entrando a los jardines del palacio terrenal. Poniacenia desde...
lunes, 19 de junio de 2017
LA CIUDAD
LA CIUDAD
La ciudad
está sentada sobre un valle, de montañas abrazada. Abajo, sembrada de árboles,
altos como oficinistas.
En la ciudad, gentes como hormigas, van de aquí, para allá. Entonces miro y el cielo, se desgaja en arcoíris y pienso, no soy mejor que nadie, pero tampoco peor.
Y estoy aquí a solas conmigo, viendo la cubre lechos, mirando cómo se pone arriba y a punto de juntarse, al loco palpitar de párpados y aquí estoy yo, sola y viendo. Viendo, como emergen, de entre las últimas ensoñaciones de algodón, rutilantes ojos, brillantes como pequeñas diademas y así, poco a poco, hasta tornarse en veredas, que invitan al sereno, en múltiples anhelos, que exhalan suspiros, mientras permanece levantada la cabeza y adentro se escapan romances, entre terciopelos que arropan como chimenea y de alguna manera, se extraña ese rumor de pasos, que dejan, como un concierto de taciturnas horas, enmohecidas, bajo la nocturnal, que tiembla.
Y los pájaros tañen, oficiando como campanarios, entrecerrados los ojos remontan; pero yo oficio, el tul de lunas y aun así, me pregunto ¿Qué será lo que esconde debajo de su luz tenue? En tanto, estas cosas; ha descendido la mortecina, cambiado su rostro a vespertino, tramitado mi sentir, como los días y signado de lluvia, el sendero y es tanto y tanto, el ruido interior, que al desgajarse la titilante, sobre pisadas de grillos y croar de ranas y renacuajos; que al alzar de nuevo la mirada, ya estoy cubierta de rocíos y de destellos.
Y por eso cuando miro, la dulce aurora y cuando veo y siento sobre mí, el sol ardiente ¡Oh sí!
Cuando miro, que el día avanza y que todo es movimiento, cuando veo, la perfecta forma humana y la singularidad de los animales, cuando miro al cielo y veo, los colores que lo pintan y veo, fundirse el día con la noche, la luna ponerse y las estrellas brillar, como una descendencia. Entonces digo, que perfecta, que maravillosa, es tu obra señor y como los ángeles, como los ángeles, te adoran ¡0h mi Dios! A ti, quiero adorarte, engrandecer, tu nombre señor; que perfecta es tu obra, tu creación, todo lo que hiciste con los dedos y tus yemas, tu rostro señor es perfecto y es perfecto en mí; tú mano prodigiosa, me acaricia y me protege, me unges y bendices ¡Oh señor! Adorado Dios, cuán grande, eres tú.
El sol de nuevo, descuelga su rayo, sobre las siluetas de los edificios, haciendo sombra, de triángulos perfectos e imperfectos… Y me pregunto a su vez ¿En qué lugar se pone la cara el tiempo cuando nadie lo ve?
En la ciudad, gentes como hormigas, van de aquí, para allá. Entonces miro y el cielo, se desgaja en arcoíris y pienso, no soy mejor que nadie, pero tampoco peor.
Y estoy aquí a solas conmigo, viendo la cubre lechos, mirando cómo se pone arriba y a punto de juntarse, al loco palpitar de párpados y aquí estoy yo, sola y viendo. Viendo, como emergen, de entre las últimas ensoñaciones de algodón, rutilantes ojos, brillantes como pequeñas diademas y así, poco a poco, hasta tornarse en veredas, que invitan al sereno, en múltiples anhelos, que exhalan suspiros, mientras permanece levantada la cabeza y adentro se escapan romances, entre terciopelos que arropan como chimenea y de alguna manera, se extraña ese rumor de pasos, que dejan, como un concierto de taciturnas horas, enmohecidas, bajo la nocturnal, que tiembla.
Y los pájaros tañen, oficiando como campanarios, entrecerrados los ojos remontan; pero yo oficio, el tul de lunas y aun así, me pregunto ¿Qué será lo que esconde debajo de su luz tenue? En tanto, estas cosas; ha descendido la mortecina, cambiado su rostro a vespertino, tramitado mi sentir, como los días y signado de lluvia, el sendero y es tanto y tanto, el ruido interior, que al desgajarse la titilante, sobre pisadas de grillos y croar de ranas y renacuajos; que al alzar de nuevo la mirada, ya estoy cubierta de rocíos y de destellos.
Y por eso cuando miro, la dulce aurora y cuando veo y siento sobre mí, el sol ardiente ¡Oh sí!
Cuando miro, que el día avanza y que todo es movimiento, cuando veo, la perfecta forma humana y la singularidad de los animales, cuando miro al cielo y veo, los colores que lo pintan y veo, fundirse el día con la noche, la luna ponerse y las estrellas brillar, como una descendencia. Entonces digo, que perfecta, que maravillosa, es tu obra señor y como los ángeles, como los ángeles, te adoran ¡0h mi Dios! A ti, quiero adorarte, engrandecer, tu nombre señor; que perfecta es tu obra, tu creación, todo lo que hiciste con los dedos y tus yemas, tu rostro señor es perfecto y es perfecto en mí; tú mano prodigiosa, me acaricia y me protege, me unges y bendices ¡Oh señor! Adorado Dios, cuán grande, eres tú.
El sol de nuevo, descuelga su rayo, sobre las siluetas de los edificios, haciendo sombra, de triángulos perfectos e imperfectos… Y me pregunto a su vez ¿En qué lugar se pone la cara el tiempo cuando nadie lo ve?
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
LIBANDO PESARES
LIBANDO PESARES
Libando
pesares
se esparcen recuerdos
como plumas arropan al jardín
en este tiempo que se aleja
es tarde para volver
y es pronto para partir
indóciles, a veces
se niegan a irse
en un bosque espeso, bajo pálidas miradas
que se alzan al vuelo, de golondrinas
como un verano en que, se alejaron tus pasos
y una lágrima furtiva, huyendo va de mi rostro
hacia la comisura de mis labios partidos
pronto volverá el invierno
y con este, marcharan inquietos los segundos
y aún no sé, si siga amando el genuino de tus ojos
ya ves, estoy sentada a la mitad del camino
esperando un tren que no regresa
anodina y secreta, callada
en la estación tránsfuga de tu cara
vadeando desiertos y nevados
ósculos los mares de mis noches
entregada al regazo de una vela
ya vez, una gotita de agua ha inundado
la diametral transparencia de este cuarto
en donde antes vos y yo permanecíamos
a la vera de un camino estoy ahora
bajo una esquina espero
el resplandor del sol en decadencia
en las horas en que las hojas, de los árboles se mecen
huérfanas y deshabitadas…
Huyen los pájaros en busca de un refugio
a lo lejos, árboles de cemento
alguien cobija, los pies que no me esperan
la sombra avanza y aleros se desbordan en agua
y gotas de mis luceros, caen sobre de mis manos
tal y como se posa el rocío sobre las hojas
es demasiado pronto para olvidar
es demasiado tarde para volver
nunca arribó el tren a la estación
ni al puerto, en donde los ojos
se deslíen en lejanías,
en quiméricas ensoñaciones de un ayer
se esparcen recuerdos
como plumas arropan al jardín
en este tiempo que se aleja
es tarde para volver
y es pronto para partir
indóciles, a veces
se niegan a irse
en un bosque espeso, bajo pálidas miradas
que se alzan al vuelo, de golondrinas
como un verano en que, se alejaron tus pasos
y una lágrima furtiva, huyendo va de mi rostro
hacia la comisura de mis labios partidos
pronto volverá el invierno
y con este, marcharan inquietos los segundos
y aún no sé, si siga amando el genuino de tus ojos
ya ves, estoy sentada a la mitad del camino
esperando un tren que no regresa
anodina y secreta, callada
en la estación tránsfuga de tu cara
vadeando desiertos y nevados
ósculos los mares de mis noches
entregada al regazo de una vela
ya vez, una gotita de agua ha inundado
la diametral transparencia de este cuarto
en donde antes vos y yo permanecíamos
a la vera de un camino estoy ahora
bajo una esquina espero
el resplandor del sol en decadencia
en las horas en que las hojas, de los árboles se mecen
huérfanas y deshabitadas…
Huyen los pájaros en busca de un refugio
a lo lejos, árboles de cemento
alguien cobija, los pies que no me esperan
la sombra avanza y aleros se desbordan en agua
y gotas de mis luceros, caen sobre de mis manos
tal y como se posa el rocío sobre las hojas
es demasiado pronto para olvidar
es demasiado tarde para volver
nunca arribó el tren a la estación
ni al puerto, en donde los ojos
se deslíen en lejanías,
en quiméricas ensoñaciones de un ayer
Beatriz Elena Morales Estrada©
Copyright
PERFIDIA
Perfidia
Fuiste el desvelo de mi pecho
amores son los míos
los tuyos una mentira
he sido y fui tu mano derecha
tu pie izquierdo
fue mi puntapiés
tu pie izquierdo
fue mi puntapiés
y fui el regazo de tus tristezas
la manta cobija de tus
pesares
también fui embeleco de tus ojos parias
y sin embargo…
La infamia camino de tu mano
¿Cómo no ibas a saber que hacías daño?
¡Qué perfidia la tuya!
A eso, no se le puede llamar más que
alevosía
y actuaste con malicia
mancillaste el amor que te tenía
clavaste con un puñal mis espaldas
clavaste con un puñal mis espaldas
de tus enlodados pasos
de tu negro ser
nada quiero saber
quiero que seas la perra
que se comió mi can…
Y que el desconsuelo,
te tome hasta la hiel
quiero ser lo inalcanzable
el águila elevándose
aquello que no puedes mirar
te tome hasta la hiel
quiero ser lo inalcanzable
el águila elevándose
aquello que no puedes mirar
solo eso y nada más
y que seas, tan solo el puntapié
de esas, con las que, tu sueles tratar
y que seas, tan solo el puntapié
de esas, con las que, tu sueles tratar
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
ELLAS
ELLAS
Dulces criaturas que en el sueño
ángeles son
ángeles son
gotas cristalinas
suaves como arrullo
tiernas como el amor
ingrávidas como la magia
descalzas andan por mi casa
sus huellas dejan por doquier
son mis amadas
mis dos hijas
son pequeñas, tan enigmáticas
y sus ojitos
y sus ojitos
limpidez total
dan la certeza de todo lo incondicional
dan la certeza de todo lo incondicional
ciernen la mirada y con ella inquieren y preguntan
me cuidan, me tocan con sus manitas
cuando no las he volteado a ver
son tan cálidas
paupérrimas y a su vez tan engalanadas
sus presencias todo llenan
sus presencias todo llenan
de alas por doquier
son princesas,
reinas en su género
me aman con un amor sin igual
sin presunción alguna me buscan
son dignas de ser amadas
amalas tú también
pues nobleza y abolengo tal, no se
encuentran por doquier
indefensas y ningún daño
hacen
puro amor son, y un par de terracotas
elegantes, bien vestidas, silenciosas
y de un divino color
son mis dos gatas
primorosas
de ternura sin igual
AUN
Aún
No creas, no,
que olvidado quedó el antiguo salón de clases
en donde tus ojos, como vuelos fundaron las palabras.
Palabras, que se
quedaron grabadas en mi pecho.
eso y tu cara, son cosas que siempre permanecerán;
encendiste en mí, las alas
de la noche y fuiste motivo
de inspiración, que elevose más allá, de aquellas nubes
y fuiste y aún eres, más
que un motivo.
Si, eres
chimenea de secreta emoción, que permanece
y hago un alto para, venerar tu presencia.
tu precioso discernir, en horas y mañanitas que avanzan
o avanzaron ya, con
cautela y sin premura.
Si sientes, que mi voz
cambia o igual
siento eso, en tu voz de pájaros cantores.
No importa, porque yo amo el porte de tu alma
y la genial forma, del
lenguaje que aún fluye en la transparencia de tu cara.
Gracias, porque de vos
aprendí a cantar en el silencio y a valorarte en la ausencia.
En ese estar, sin estar.
En ese estar, sin estar.
De ese ser y no ser, siendo.
Y aprendí entonces, que de lo imposible se extrae la forma de lo
perdurable.
Y aprendí entonces, que de lo imposible se extrae la forma de lo
perdurable.
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
Voces De la noche
sábado, 17 de junio de 2017
MIENTRAS AGONIZO
MIENTRAS AGONIZO
Se desborda mi alma
al filo de la tarde, va
entretejida de un gris ocre
y se encuentra
habitando sueños
pintando amaneceres
da una suave
tonalidad
y se visten de paisajes
sobre una nube,
alzando mis ojos
rayando sobre el horizonte
como fuego desciende el sol
apenas si alcanzo a vislumbrar
y mientras agonizo
se miran aves pasar
cantos como agua
se disuelven en
mi boca
me doy cuenta entonces
como las cosas
terminan por engullirnos
sin apenas,
darnos cuenta
y como cactus
somos capturados
en medio de la nada
abanicos de colores
en oasis de lejanías
para nacer, he
nacido
siendo semilla, raíz primitiva fluyendo
se escuchan tambores en el roce
en el rozar mis dedos
endeble mi humano sentir
mientras agonizo pienso en ti…
Se miran pasar golondrinas
en el finito del
cielo mar…
¿A dónde irán?
¿A dónde iré?
Mientras agonizo...
¿Acaso ya te has olvidado?
¿Has olvidado lo nuestro?
Veo infinidad de golondrinas
mis párpados
pintando sueños
las sombras se allegan
se despuntan alas
y a su vez, se va disolviendo
en sombra
nuestro ser
las cosas se van haciendo
se van habitando
y deshabitando
vamos descendiendo hasta
deshacernos y
sobre superficies
vamos esparciendo esencias
alzando la mirada,
solo se ven pasar golondrinas
allí se funda la
plenitud
de lo que se rehace
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
DIVINO PRELUDIO
DIVINO PRELUDIO
Divino
preludio, fundado en colores
emanación de ensoñaciones suaves como nubes
magia indestructible y presentida en tanto mirabas
bajo la
declinación geométrica del ciclo, en
caída de cubre lechos
cuando bebíamos del cántaro sagrado, en anhelos
Juntáronse
y en ese pernoctar subyacía la fogata que arropaba
cuando la nieve caía y se escuchaba como oasis
en música de
flautas se entibiaba la atmósfera
la ensenada que
estaba bombardeada por el crujir de llantas
parecía un
caudal de fuentes, que descendía;
en tanto tú
y yo flotamos entre dichas de café
aleluyas y rapsodas se rozaban
allí, no claudicaron
los rosales
y el sonido del
tejado como dedos
como suave verano…
Pero
ahora, se deshizo la
chimenea
y bajo los pies,
solo hay cactus
lo indestructible cayó como una torre
árido el terciopelo se volvió…
más aunque, en
nubes está mi mirada
algo me dice, que nada fue en vano
porque el árbol de la
ensenada no agrio
y los rosales
mudaron en arcoíris
los bosquejos
de colores siguen intactos
aunque se
deslíen los días
y todo lo vivido, entre memorias esta
no se caerán,
del aposento
las lunas, ni
morirá el azul
allí tu y yo …
Beatriz Elena Morales
Estrada© Copyright
lunes, 5 de junio de 2017
LA MADRE
LA MADRE
Recuerdo una casa situada a
la orilla de la carretera, y dentro a una mujer como de treinta y cinco años, de
cabellos largos y un poco ondulados y un patio hecho de tierra, que ella
barría, con una escoba de ramas amarradas; aun siento, ese sonido que da el frote, de esa escoba rama, contra el polvorín del patio y en la parte posterior, es decir, trasera de la casa, el ruido, la bulla continua de una gallina, que estaba fuera del
gallinero, y ella cacareaba y cacareaba
tanto ¡ay! Ese ruido mágico del silencio,
en una casa campesina, en donde solo, se encontraba esa mujer y yo; así que le
pregunte; lo recuerdo muy bien. ¿Poque esa gallina cacarea tanto?
Y el sol,
en plenitud de la mañana, que bello tiempo, como un devenir, que da vuelcos en el alma. Esa gallina esta
chueca, dijo; jamás he comprendido, que
quiso decir…
O quizás sí., no lo sé. ¿Una gallina
chueca? Ella era una mujer triste y
sola y yo de algún modo, era feliz entre el silencio y los ruidos de
la naturaleza; pero también recibía, los golpes
en las piernas de esas ramas, con
las que hacia esas escobas, me quedaban los moretones y mi llanto, no me peque más, no me pegue
más…
Y el sonido de la escoba sobre
el patio de tierra y las gallinas en el granero y la cloaca entre los matorrales y ella, la madre joven aún, haciendo sus quehaceres, siempre sola y
siempre en silencio…
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
METAMORFOSIS
METAMORFOSIS
La noche me atrapa infinita y constelada
la noche, se hace mi
subalterna…
Pero aun así, me encuentro
detenida en inciertos devenires
como cúmulos de tiempos, como manojos de polvos
en los cuales se hace un silencio,
que puede ser parecido a un cuchillo arrojado al viento
y mientras escribo esto, el
olvido deviene en mí
comienzo a sumergirme en un
borrón de rostros nuevos
que se esconden detrás de los espejos
y soy como párpados que caen
viajera inconclusa de sueños
rotos
ríen en el alma quimeras
y soy eso, olvido, alejada del
tiempo campanitas
y próxima a las puertas del no
ser
camellando en buques y barcazas de otros mares
caído en desuso mi rostro cede , en peregrinación
y como mi corazón
palpitante la noche deviene
y descubro que la fuerza de un
guerrero es el amor
ya que la fuerza de este, te sostiene por la vida
mientras luchas para sobrevivir …
Y un pájaro, se pone en lo alto
de la montaña
a la hora en que mis párpados, pesados caen
y de pronto, se echa a volar,
alzándose en su rítmico movimiento
y entonces recuerdo aquellos amores, que de serlo no lo son
y que se fueron como días
no quedan ya, ni el olor de
las magnolias
solo quedan dedos y yemas alzándose al roce de las letras
y esta voz mía, que es la voz que surge
en días de espléndida presencia,
cuando el sol, el sol suelta
hilillos de oro
y pedazos de rizos…
Cabellos desperdigándosen en el viento
gestores de días como
noche
y esto solo es un poema
exhalando mi rostro
siento el aire, corrientes
submarinas
montaña arriba, mis párpados
adentro
la noche se hace mi subalterna
y yo la sigo adherida a un
poema
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
LA MUJER DE NEGRO
LA MUJER DE NEGRO
(Historias de mama grande)
Cierta mañana en un pueblo;
relata mi madre, que estando muy pequeña,
sucedió algo, que la dejó impactada y resulta, que unas parientes de
ella, que vivían en una casa, que tenía
en la parte trasera, una ventana que
daba a un precipicio y esa parte era
bastante alta, y abajo pasaba una quebrada
y mientras, que la entrada principal,
si daba a una calle, un poco falduda, pero normal y resulta, que la tía mayor,
salía de viaje esa mañana, no eran, sino
la tía y otra hermana, no sé, a ciencia cierta, si era hermana, hija o sobrina; el caso es que, mientras la mayor, salía de viaje, la otra, se quedó dormida y la tía, empaco un maleta
con sus cosas y salió y se fue …
Vea, lo que pasa, es que esas casas, como que fueron construidas en un barranco,
dice mi mamá, que para ese entonces, era
muy niñita; en cuanto se fue la tía; la
que estaba acostada, vio sintió y oyó, a
una mujer vestida de negro, con zapatos de tacón; muy hermosa es que, era entrarse por la ventana esa y que, con una mirada llena de dulzura, le sonrió y se acercó hasta su cama, muy cerca de su cara, como si quisiera
cerciorarse de que si, la estuviera mirando y sin medir palabra, de inmediato, se ocupó en arreglar la cocina,
lavó los platos y dejo la cocina impecable
y la miraba desde allá y le sonreía y a continuación barrió la casa y debajo de la cama y organizó las pantuflas y
los zapatos, que dizque, todo quedo muy
ordenadito. Y resulta, que como a la
hora, la tía, que estaba en la terminal
de buses, se acordó, que se le habían quedado unas bolsas de ropa,
ya que, eran comerciantes y toco la
puerta y tocaba y nadie le abría y ya cansada y preocupada de tanto tocar, llamó
a unos vecinos, y entre todos tumbaron la puerta y como
le parece, que se fue para la cama y la encontró con los ojos abiertos y con la
lengua trabada y que le preguntaba cosas y ella le movía los ojos, intentaba hablar, pero no podía y hacía así, mmm,
con los labios, que los tenía pegados,
apretados y eso,
tuvieron, que llamar a un doctor
y la tía le preguntaba, que podía ser eso, tan raro
y el matasanos, en ese entonces,
como que les decían así, le respondía que no sabía; lo que le pasaba, que era posible, que hubiese,
tenido una experiencia muy, muy
fuerte, algo, que la impresionó fe tal
manera, que la llevó a quedar en estado de shock y que había,
que darle tiempo a que reaccionara.
La médico y después de tres días, fue reaccionando,
hasta que contó, lo que le había acaecido y la tía cuando llegó,
si encontró todo en su sitio…
Y eso, fue,
lo que nos dijo mamá, que había pasado en ese entonces.
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
EL MAESTRO
EL MAESTRO
Y un día, un sabio se paseaba, en compañía de sus
discípulos, por los alrededores de una
universidad barrial y elocuente; de repente, una nube tórnanse grisácea, a lo
lejos, la ciudad se divisaba ¡Maestro!
¡Maestro! Dijo el impetuoso y más cercano de entre los discípulos; mire, aquellas otras
nubes se han vuelto también oscuras; es cierto dijo el maestro, siempre mirando
con dulzura a su discípulo, le pregunta ¿tú qué opinas Maico de esas nubes que se propagan en el mismo color
o sentido? Maestro, que pronto caerá la lluvia y fertilizara a la tierra o la destruirá según la situación.
Los otros discípulos escuchaban atentamente y
entonces el maestro, mirándolo con infinita ternura le dijo; tienes razón hijo
mío y deberemos aprender también, que así como las nubes pueden influenciar a
otras; aunque estas se derivan de una totalidad
fenoménica o ambiental, relacionada con la temperatura de un lugar
específico o de un sentido climático tal; nosotros llevamos adentro
algo que padecemos y que en su
mayoría lo transmitimos a los demás, bien
sea consciente o inconscientemente y por eso, es menester , que lo que transmitamos a los demás
y según sea la ocasión, sea algo, que
en lugar de contaminar a los demás, de ensuciar sus vidas, sea algo que les deja una enseñanza o
simplemente, los motive a seguir la
vida, desde una manera o modo más
positivo, de un modo más sano. Otro de los
alumnos respondió; fresco maestro que todo bien. Este lo miro y le sonrió con el infinito en sus labios y
en sus ojos.
Mientras otro de ellos dijo y si no nos apresuramos, parce maestro nos va a caer tremendo
vendaval. El maestro, aceptó con un movimiento de cabeza, pero antes de ponerse
en camino dijo:
Y recuerda, recuerda Maico y ustedes mis
amados discípulos, que la fortaleza, de la fuerza no es la fuerza, no, es el amor, sólo este último da a la fuerza, resistencia para seguir caminando, para seguir transmitiendo lo que es.
Y así, de ese modo, ellos siguieron su camino, hasta encontrar una
fonda, que los albergara del frío y de la lluvia que arreciaban.
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
EL PROFETA
Las primeras luces del amanecer, trajeron
consigo la visión de las montañas, fundidas en una tenue claridad a punto de
romperse, en frente del verdor, ceñida
de pupilas titilantes; mientras la ciudad a sus pies, yacía vestida de silencio, como
si todavía guardase dentro de su seno,
la mágica sensación de los ruidos, que ahora pernoctaban apagados; pero que en
cualquier segundo, podrían explosionar
en forma de fuerzas exógenas y endógenas y a
la par que, las cosas surgían,
ahondaba dentro del pecho una sonata, con sus multiformes modos; en tropiezos, desavenencias, soledades pequeñas o
grandes alegrías y según las
percepciones o vivencias del instante de la vida, en el tiempo,
que tocaba a cada ser humano.
Una
luz leve, fundaba la esperanza, que se afianzaba desde el
principio de los tiempos y se asentaba
en el corazón con firmeza o con
levedades, según cada quien, en sus
afanes. Era y es el tiempo, en que las
puertas pantanosas de la existencia, auguraban cosas deplorables; un
tiempo que viene de los tiempos y cuya raíz, trae consigo al hombre de la
marca, ese que lleva en su corazón, la impiedad y la dureza.
Todo
era y es pasado, porque
mientras, paso la yema de mis dedos, de
un lugar al otro, ya se hizo el pasado, pero también el futuro, de manera tal,
que el presente da una luz sosegada
y a su vez desazogada a un presente, que
es incierto, en la medida que las cosas
avanzan; ya que, lo que se siente, es que va decayendo la existencia, como van
cayendo en sombra los rostros, que se
desvanecen y sin proponérmelo veo entonces en el espejo a otro , que me
nombra. Es cierto, decaen en sombras los
rostros, como decaen las manos y se
cuelgan los labios y como piraña el sistema come, te come los
sesos y además te dice que hay, que
ir más allá de las cosas, para sublimizar, un producto que daña tu vida y te vuelve un
adicto…
Pero
es cierto, si se tuvieran suficientes sesos, iríamos más allá de las cosas, sin
embargo no nos interesa, nos parece difícil
la cosa, en más fácil, retraernos con alcohol, drogas, y otras cosas, que nos vendan lo ojos, sin
embargo es muy bueno que nos
entretengan, si…
Y por cierto,
la aurora trae consigo, el contacto del gallo, que es anunciador; pero
el anunciador es quizá también, algún
profeta, que lleva consigo algún delirio,
que alcanza el sol y en la
obnubilada esfera del sueño, Dulcinea y su señor aparecen en extravíos precisos de un Quijote que se
camufló en el romántico, cuya silueta,
se haya alineada, contra los edificios o camuflada entre
los parques otoñales de la ciudad. Pero casi desvanecido.
Fue así, que esa mañana me encontré caminado
por una de las avenidas de la ciudad, cuando vi, a una pareja
y esa pareja, caminaba hacia mí,
en ese momento y entonces lo que vi, me
recordó esa reunión entre el amor y el amor; pero en verdad era, al menos, eso parecía,
tan real, no se besaban ni andaban,
en meloserias vanas, solo iban tomados de las manos, pero en ellos,
reflejaba o trasmitían sin
quererlo, por medio de su ojos y de lo que emanaban, la inigualable y saludable
reunión, entre dos almas gemelas.
De
todas maneras, seguí deslizándome por la ciudad y me dije a mi mismo, yo no
soy el profeta, no anuncio nada; el
anunciador es otro, si otro y además sé,
que si digo, que yo soy el
profeta, no faltara, quien venga, me
mire a los ojos y me diga colocando su dedo,
contra mí, señalándome ¿Tú eres el profeta? Ni me digas jajaaaja, entonces a
continuación, me dirá, tu estas de diván; pero no, que va; yo no soy nada de esas cosas.
¿Porque no te fijas en los ojos y el rostro de
los lagartos que gobiernan? Ellos, son
los engañadores y claro; no es porque,
te lo diga yo. ¡Ve! como esta
todo. ¿Es que no te das cuenta? Le
grito, le recontra grito; pero el inoficioso se va, riendo, riéndose de mí, que tonto; veo a
tantos cuyo diván, son las calles y
miran la acera, lamiendo con su bocas
desdentadas, la pocilga, de los zapatos de quienes los atropellan;
bien, en el tiempo de Noé; se cometían toda clase, de vejámenes, iniquidades y maldades, hasta con los animales; ¿Qué que
tiene qué ver? Dicen ustedes, que nada,
claro, es que yo estoy chiflado, pero en fin…Ahora es lo mismo y
siempre ha sido así.
Entonces,
me acorde que el otro día, iba caminando con mi amiga Estela; bueno esa
ni amiga era, pero con ella, iba, esa era
una, costeña, alta y
delgada, rubia, con cara de muñeca
y un cabello largo, y ondulado,
como modelo, de la televisión; así era…
Ella
iba, más adelante de mí y
yo, un poco más atrás; eso fue, por Bolívar, yo estaba resegado, entretenido,
mirando vitrinas y con la boca
abierta, admirado de todo lo que veía.
Cuando de repente, alguien,
que estaba más adelante, un harapiento, que estaba parado en la
acera; grito a todo pulmón, al mismo tiempo que le hacía venia ,
inclinándose, tal y como, cuando se le
da paso a un reyezuelo; mírenla, véanla, reconózcala, ella es el mismísimo patas; hay va; si como
no, es ella ábranle paso , ábranle el pasoo y ella continuó caminando, con la
cabeza erguida; mientras a su vez, movía el culón y los pies hacia los lados, como si estuviera
batiendo chocolate. ¡Ha! ¡He Ay! El profeta pensé…
Pero
Estela, se va ir y me va dejar y
arranque a correr y al
pasar, por el lado del
anunciador, este, se arropó,
con su mugrienta cobija y ni me miro siquiera.
Estela es una mujer, que le gusta
mucho quemar hierva , esa que tiene un olor muy fuerte y luego se va a
cachar con su novio Juan; una vez, me
acosté con ella, pero no me gusto, me pareció muy rara, sabia a una cosa
cremosa, no se… Estaba untada de una cosa jabonosa, por todo el cuerpo y uno la tocaba y se resbalaba, hay como pude bregue.
Pero lo que sí, tengo que
reconocerle, es que ella, nunca, me
insinuó, que fumara de eso, y es que
bobo, yo no soy; siempre me daba cuenta que eso, eso, no era una cosa buena y adicto yo, si no quería ser.
Pero a mí,
me da pesar con Estela, porque me
contaron que a ella, el papá se le había
muerto quemado, si quemado, es que, lo
que pasa, es que él, era un viejito, muy alcohólico y fumaba mucho y dicen, eso dicen, que el viejito, se quedó dormido con el pucho entre los
dedos; tal y como dice, el tango
y se quemó, porque el
cigarrillo, lerdo, que lerdo,
fue quemando todo y eso fue,
lo que paso,
que dizque se aso y que no quedo, sino solo pura ceniza; claro eso somos ¡
Ay¡ pero a veces, dudo,
era que, como, yo iba mucho allá ; creo que a la
Estela, ya no le gustaba y ella invento,
esa historia, para que yo no
volviera, eso lo hizo, porque, después de eso; yo ya
no la volví a ver, eso me dijo, que la llevara hasta la terminal fe los buses
; ya que se volvía para Cartagena; pero, creo que lo inventó. Eso es, lo que
pienso, bobo yo no soy, porque el
otro día, después de eso, fui a
buscarla y estaba, besándose
con otro tipo, estaba, en una
camioneta grandota y pensé ¿Por qué
lo hizo si solo éramos amigos? ¿Pero si Estela no era el mismísimo patas y el
harapiento no era el profeta? ¿Entonces quién podría ser el uno y el otro? Todavía recuerdo allá, en esa barrio en donde vivíamos, a un señor
fulano de tal, don Guillermo , que se iba a trabajar todos los días y yo entraba a la pieza, que la dejaba a dejaba abierta, era un señor, que tenía la frente casi pelada ya; con entradas anchas, blanco… Y uno se encontraba, conque montón de bolsas plásticas pequeñas,
amarradas; bueno, no eran tantas, tres,
cuatro y estaban llenas de semen, digo que es semen, porque la pieza olía a eso
y es el mismo olor, que se
encuentra en la pieza de don gallito que lo he visto, con estos ojos, sí señora,
que se van a comer los gusanos,
con una media entre las piernas y
se la pone , en esa cosa, que
tiene y no es porque yo, lo esté espiado, nada de eso, yo iba sano a buscarlo , cuando
lo vi, en semejante ajetreo y lo he
visto varias veces, él piensa que nadie
lo ve , porque está encerrado en su cuarto, pero me choca eso , a mí no me
gusta, no que va; pero entiendo, que el
pobre no tiene mujer ; también el otro
día, en una universidad, vi a uno que parecía el profeta y decía, desde el quinto piso, montando en los muros, que eran muy altos y sobre de ellos
andaba y caminaba por ahí y parecía no temerle a las alturas;
no le daba miedo caer y si, es verdad,
ese hombre jamás se cayó, de eso tan
alto.
Él decía,
que la biblia era un libro, que si lo queríamos leer bien, en forma, para poder entenderlo, había que leer de atrás para adelante o sea
al revés y entonces, decía que estábamos matando al cristo, con el
desperdicio de los fluidos corporales y de muchas otras formas, pero no señora
a mí, no me dio ganas de repetir eso ;
sin embargo, estuve en la plaza
de Bolívar, dizque en honor, al gran
libertador, es que se llama así. Y estuve repitiendo lo mismo que ese,
muchacho de las alturas, de seguro, me gane muchos adeptos, porque me hicieron
rueda y todo y me miraban con la boca abierta, hasta que llegó la pelona de mi hermana mayor y es que a ella, como que
no, le caigo muy bien, porque cuando, me voy,
para la misa y al regreso me remeda y me saca, la lengua y me dice, eso lo hace, para hacerme dar rabia. ¿Ya te fuiste a santificar? Eso es cosa mía, le digo, pero
esa, sí, que esta,
mandada a recoger. Me trajeron
para acá, dizque porque estoy, mal de la
cabeza, pero yo me sigo preguntando ¿Por qué?
Yo no lo sé.
Se lo aseguro doctora, dígale a esos hombres de allá,
que me dejen salir. ¿Sí? Vea yo
le juro, que yo no me creo el profeta. Y
no me ponga más, esa inyecciones, no ve,
que hay, si me va a volver loco.
Beatriz Elena
Morales Estrada© Copyright
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