LA CIUDAD Y
YO
ESCENA 1
Estaba observando, la camioneta
blanca estacionada en frente, del
almacén de revelado fotográfico y el sol
que caía sobre de ella, como un fuego;
se la veía iluminada, debido a la
potencia de los rayos solares, y de repente Zúas, sin medir espacios y momentos la lluvia comenzó a caer y pese a la fuerza del sol, abarcándolo todo. Este se fue desvaneciendo lentamente y todo, en una fracción de segundos ; de modo, que el espectáculo se hizo casi mágico, ante mis ojos y poco a poco la lluvia ocupo su lugar,
llevándose los rayos de sol, hasta emparejarlo y convertirlo todo, en una atmósfera gris ; quedando
nivelado el ambiente hasta hacerse frío y opaco…
La dueña de la camioneta, que
estaba dentro del almacén ; por cierto salía y
entraba constantemente, hasta que,
en una de esas salidas, se quedó
quieta mirando a su casa, que ya no tenía al sol como su dueño y soltó,
dejo salir esta expresión ; hay, está lloviendo sobre mi casa y así era, como ella , llamaba a su
camioneta…
LA CIUDAD Y YO
ESCENA DOS
Permanecía sentada ; desde las seis
y media de la mañana; y estaba
sola, nadie aun invadía la sala de
espera y los consultorios se hallaba cerrados todavía. Solo las puertas de color café, como mudos
testigos , que solo la gestionaría, la silenciosa sucesión de cosas abrirá. De repente y poco a poco, todo se
llenó, como un mundo de voces que se
recogen en un sola, aun cuando,
estuviese conformada por sonidos varios
a su vez. Pareciera ser, que los
calzones del movimiento se impusieran,
para no desparramase, sobre las
sillas aposentadas en la amplia sala.
Pero de a poco, esas cosas que
se hicieron ruidosas fueron compatibles
con los rostros ; los gestos; los gestos
que se trataban, se retrataban como
huella indelebles de la existencia de
los seres , de esta parte de la humanidad ; flujos de voces de un tono
gris, pero cadencioso, acorde a la
existencia misma. ¿Quién sabe cuáles serían exactamente sus diferentes
asociaciones y pensares, en la
cavilación misma de las mentes? Total,
eso no está tan importante, cada quien sabrá de su asuntos…
Lo interesante era, que aquí estaba la forma de las mil
formas y de algún modo u otro la constante en su dolor, o en sus alegrías y problemas se
sentía con fuerza; de alguna manera,
éramos y somos individualidades
partidas, como un oficio dentro de cada hacer… Y allí estábamos, atamos y
partículas rasgados, hasta el pecho hondo del lama humana, ocupando un lugar en
el espacio mundo que nos tocó vivir.
Era pues ese un murmullo elocuentes del sentir humano, de una sociedad
tal arraigada en un sistema de salud, que unas veces correspondía a sus
necesidades, pero que en la mayoría de
los casos; la veces, interrumpía su
tratamientos y su medicina a favor, de
unos cuantos politiqueros, que se
repartían el botín, cuando llegaban las
elecciones de candidatos; bien sea concejales,
o de lo que fuera; manejando la sartén por el mango.
Beatriz Elena reservados © Derechos todos
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