RECUERDO
Se ha
ido la tarde ya y la angustia infinita que enlutaba a mi alma se esfumo al contacto con el recuerdo.
Nos sentábamos allí cerca del río y al verlo correr, nosotros llorábamos
por nuestro amor; si cuando toda la
voraz maldad del mundo, condenaba nuestro vuelo de pájaros; cuando todo lo
absoluto amargo, de ellos nos señalaba.
¡Ay! Del amor secreto, del amor que no
puede permanecer.
De algún modo ellos se enteran, es tan grande su odio, son como buitres al
acecho, y es que odian las voces de los pájaros; por lo demás, esperan alguna
novedad que les regocije el tedio y les
alimente aún más su amargura de reptiles
vivientes.
O
hasta quizá algo que alimente su lascivia; pero deja, deja que las palabras nos
lleguen no las de ellos; las nuestras.
Sí, las palabras de las aves, en su vuelo más alto. ¡Oh! Si dejemos que las
flautas, casi como el sonido de venados al viento; me traigan el antiguo olor
del amor. Si, y ese sabor antiguo de la música.
Beatriz Elena Morales Estrada ©
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