Ciudades alzadas como imperios
multitud de formas hechas
como torres de edificios…
Depredadores consumiendo el pan de día a día
pan que
el labrador hurgaba con manos zanjadas
por la desesperanza
y el obrero , el artesano, el minero, el hombre
en su telar o en su maquina ceñía
brotaba de la tierra sangre, sangre , sangre
sangre de llagas abiertas seguirá brotando
mientras la cabeza arrogante del depredador
humano
siga con la ceguera de la maldad entre su
frente
es mejor morir puertas adentro
que ver como destrozan a la inocencia
no ver
el holocausto de la grandilocuencia
humana.
Para no ver la mano que roba y saquea
que sustrae la fuerza de la carne
o lo que algunos llamarían plusvalía.
Pedazos de hombres como entrañas
casi que son arrancados de su tierra
o bien sepultados en ella como minas
si es la sabia que la mano despótica arrebata
¿A dónde van a parar las lagrimas de los
pobres?
campesinos
que son desterrados de sus terruños
irán a vagar como mendigos a la ciudad, a las
ciudades
serán
urbanos como pasto brotando de entre los pavimentos
serán urbanos y se mezclaran con las cosas que
viven debajo
si, debajo de la torres que se alzan como
rascacielos
y cuando al fin los rascacielos sean
derrumbados
algunos se levantaran de entre las cenizas…
Si; quizá los sobrevivientes funden un tiempo
nuevo
un ser capaz de sembrar flores sobre el
pavimento
un humano capaz de sentarse a llorar junto con
su alma
si. un humano, un hombre, una mujer capaz de levantarse
de levantarse y fundar un mundo de nuevo
un mundo real,
no ideal.
Un mundo
capaz de dar la mano
de donar su corazón a quien lo necesite
en donde se sea capaz de inclinar la cabeza
si, la
cabeza para así, con la mirada poder
mirar
mirar y admirar la obra, la gran obra de Dios.
Beatriz Elena ©Derechos reservados
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