LA CIUDAD Y YO
ODISEA
DE UNA AGONIZANTE
(¿UNA
PESADILLA QUE SE ESTA HACIENDO REALIDAD?)
En la
mañana, antes de salir para allá, para
el hospital, me urgió escribir estas
palabras;
Ver las hojas caer
Intangibles
en su caída
es ver
como se rompen los días del calendario
a veces
como fardos ostensibles
mientras
la vida se deslíe como agua
en
rutinas entreveradas de desidias
con días
soleados como veranos infinitos
pero ¡sabed bien!
que en lo infinito esta lo finito a punto
a punto
de estallar como un crepúsculo
o de
caer en modo vertical y perderse en el silencio
Sin
embargo una voz en mi interior, me
dijo; apresúrate, vete para allá, rápido.
Lo hice con
la mayor rapidez, con la que podía
hacerlo.
Si, y cuando llegue estaba su nieto
Alexander y note que él, no se quería
ir y le daba besos y más
besos a la abuela; entonces yo le dije
(¿Cómo podía saberlo?)
La verdad,
es que uno sabe y no
sabe , tremenda paradoja; para que descansara y
tuviera fuerzas para regresar en
la tarde, que se fuera a dormir;
esto, me lo recriminaría después,
frente al horno, en donde la
habían acabado de cremar, si ve, usted me dijo que me fuera; y yo no quería y yo le dije ¿cómo podía saberlo? Ambos
lloramos duro, muy duro; y nos abrazamos, la mayoría de las gentes se habían ido ya.
Y si,
recuerdo como ese día, en las horas de la mañana, yo había acudido al hospital para estar con
la abuela, hasta las horas de la tarde;
ya llevaba un mes largo allí y sus dolores nunca se le habían quitado; siempre
estuve a su lado, pero cuando se la llevaron
para cuidados intensivos, la deje
sola, supuse que la iban a tratar mejor y como allá, ya no necesitan acompañante, y
además no dejan, que nadie se quede con el paciente; me relaje un poco; me alegre por el cambio, supuse, (esa manía de suponer) ; que era, para algo bueno. Algo bueno para ella.
Las visitas eran, (son) entre
las dos y cinco de la tarde todos los días ; recuerdo que fui ; antes de entrar,
había que lavarse y desinfectarse muy bien las manos para entrar; ese mero hecho
, le hace pensar a uno, que los cuidados son realmente efectivos, se entra y
cada cubículo, es para un solo paciente;
entre donde ella, la tenían amarrada a la cama, con medias de
esas elásticas, que porque, ella molestaba mucho y que para que no se
cayera, a pesar de que eran camas de hospital y claro, es que la pobre no se hallaba en una sola
posición , note que su voz había envejecido, estaba boca arriba; pero me
reconoció, de inmediato, dijo mi nombre
; me suplico y suplico, que la moviera y
realmente quise hacerlo ; le quite esas
medias que le sostenían las muñecas a cada lado
y en esas, entro una señora , un enfermera ¿ Y me
dijo que está haciendo? Le dije voy a moverla,
porque ella está muy
incómoda; señora, es que nosotros la movemos; le recuerdo, le dije,
que la paciente tiene derecho a
que se le cambie de posición, porque no puede permanecer siempre de
la misma manera todo el tiempo.
Y lo hacemos, pero es que ella es muy cansona
y no se aguanta de un solo lado; o si no,
mire como tiene la piel de sana, es que nosotros le echamos las cremas que le
trajeron para que no se le hagan llagas.
Le dije;
porque no me ayuda a moverla, ¿para
que la va mover? déjela así, después nos la cobran es a nosotros, y la pobre Rita quejándose de dolor.
La
repelentona, se fue y vi a
una enfermera jovencita a,
supuse que era nueva, porque se mostró formalita y con una sonrisa dulce,
me dijo, dígale a la enfermera feje, porque yo no puedo,
me regañan; esto era, en el cuarto piso de cuidados intensivos; así
que al ver, los ruegos de Rita;
ayúdeme, muévame ¿sí ? o
voltéeme de lado.
Como estaba pesadita, la verdad, yo no podía moverla sola, entonces me dirijo
a buscar a la enfermera feje, hay mismo estaba, a unos paso más allá y le
explique y me dijo; a no, es que ella ya está muy aliviada, ella ya puede caminar sola, nosotros ya la pusimos
a caminar; la pobre, ciega y tan pesada y tan enferma no podía dar un paso solita, eso era más que evidente.
Entonces,
me dijo es tanto, que a ella la
vamos a volver a mandar al segundo piso, a donde estaba antes, ya le vamos a
dar de alta.
En
esas llego, Milena y Alexander los
nietos de ella y era muy importante que
hablara con ellos, así que la
repelentona, volvió a reaparecer y me
dijo; pero salgase usted señora, no quedo de otra, tuvo que repetírmelo en dos
veces y no quedo de otra.
Y así fue, que viendo a Rita, en esa mañana del sábado, acostada sobre una cama dañada, porque la palanca no funcionaba y ella que no se
hallaba y uno no la podía sentar o
subirle la cama; fui a buscar a la
enfermera jefe, ya no del cuarto piso, sino del segundo; y me dijo muy formal; es que lo que, pasa , es que a ella, ya le tenemos una cama buena; no la hemos
pasado, porque la habitación está recién
pintada; es la de allá, vaya y vera y hasta me pusieron a elegir la cama,
que quisiera para ella; la
habitación de dos camas, estaba en
efecto, recién pintada y se hallaba sola; por el contrario, en donde
estábamos había otra paciente.
Me
involucre demasiado con ella y no paro de pensar.
Tengo
esas imágenes en la mente, a esa
enfermera con una sonda y un tubo, que se
podía oprimir y lanzar aire dentro de la persona y por la boca; yo supongo que
dentro del corazón; si, creo que era una jeringa grande y le pregunté
¿eso para qué es? Y ella me decía, es para sacarle el líquido.
Fue así y no fue así; bueno es lo que creo, ya que, entre más tengo esa visión en mi mente, entre
más re- pienso eso, creo que ya, estaba todo planeado; le
trato y de hecho lo hizo, meterle una sonda en la nariz.
Fue
una tortura para la abuela y como no le funciono, se la metió por la boca y de inmediato ella
vomito; de hecho toca decir que había estado vomitando, incluso antes de
eso. Ese
hecho duro, unos minutos o más, quizá 20
minutos, en fin, una eternidad
semejante “tortura”.
Yo suplicaba; señor no la dejes sufrir y cerraba los ojos, para no mirar; pero como era la primera vez, que yo veía que le colocaban
una sonda y además, que ya la habían
colocado antes; conservaba la esperanza de que, con eso la iban a ayudar.
Y ya que forzaron la entrada, porque ella, no
les aguanto eso y sin embargo continuaron, por la boca;
sé que sufrió en ese instante más
que antes; la llamé, Rita y ella movió los labios, para contestar
y eso fue todo.
Y
pensar que unas horas antes; ese enfermero,
que ayudo a hacerle eso; había
regañado a Rita; ella quería bañarse y
al verla en su estado; que estaba tan pesada, le dije,
no la llevemos al baño, no la torturemos más; dije eso; pero hay
mismo, pensé en ella y le pregunte ¿o
usted quiere bañarse doña Rita? Y ella me dijo que sí; todo el tiempo estuvo
consiente de todo, de mi nombre; pero la pobre no se hallaba, ni de este lado
ni del otro y con una sonda y otra que
le llegaba como por el cuello; la pobre tenía morados por todas partes, de esos chuzones con agujas, jeringas y pues
decidimos bañarla en la cama y la
pobre, tenía que acudir a alguien, para que la ayudara a moverse,
sola no podía y llega ese hombre y le dice con un grito, ofuscado, pero
ayúdese pues, doña Rita, me quede
paralizada, no reaccione; porque ella,
en su humildad dijo, bueno mijo y
yo le dije, tranquila doña Rita, y es
que escribiendo esto, todavía se me
vienen las lágrimas, y se me hace tremendo nudo en la garganta.
El enfermero que acompañaba
a la enfermera feje ;
dijo escuchar algo, y muy seguro ; acertó con la cabeza , ante las
preguntas de la enfermera , ¿de que si estaba escuchando? Porque tenía un aparato puesto en sus oídos. Pero
cuando eso sucedía, Rita no se
movía, para nada. ¿Era tanta la frialdad
de estos enfermeros?
Y le dijo a su acompañante, si, ya, ya entro;
es posible, pienso yo, aunque no lo sé, con certeza, que eso le causara, un paro cardiaco a la abuela.
De todas formas, la abuela estaba muy deteriorada y todo, su corazón.
Meses
atrás, el médico internista; le había
dicho que debería tomar Ribaroxosdoo y
que no las podía interrumpir, pero en esa tal farmacia llamada cohan; no
siempre se le la daban, y se la interrumpían a cada rato, dizque porque era medicina no
post, la última vez que fui, me dijeron
ya, tiene que esperar
hasta febrero, que se monten los políticos , a ver ellos que hacen; eso me dijo una de
esas mujeres, en fin…
Este
es el sistema.
Ya ella venía muy mal, antes de ser hospitalizada, tanto sufrimiento.
Antes
de eso, unos segundos antes, ella, estaba todavía muy consciente de todo, pero cuando
le colocaron esas sondas se quedó quieta como muerta, en el momento de hacer ese procedimiento y al
ver semejante” tortura”, pensé en
decirles no , no la torturen más; la
puerta de la habitación recién pintada estaba abierta, la enfermera que en días anteriores, no había
sido, como tan amable; es decir como lo fue ese sábado, veintisiete de febrero, en las horas de la mañana y hasta esa
hora; que eran más o menos entre las dos
y tres de la tarde, hora en la
que murió mi amiga, la abuela;
entonces me ordeno, ya, en
un tono de voz fuertecito, cierre la
puerta señora y luego me saco, de la
habitación diciéndome; vaya llame a una
auxiliar para que llame al médico que está en la sala 2 .
El doctor
me conocía; desde el momento en que estábamos en urgencias, ya que me veía siempre con ella y estaba
sentado en compañía de otras enfermeras
y otra doctora; y le dije doctor; ¿que si
puede ir al a ver a la señora Ana?
Me miro de un modo que no alcanzo a comprender, deduje, que quizá era, porque se lo iba a desacomodar, me miro de
arriba abajo, pero fue cuidadoso y se levantó al mismo tiempo, que la otra
médico; casi siempre no actúan así; porque dicen que están muy ocupados y
responden; dentro de un rato pasamos a
verla, pero no lo hacen de inmediato.
Parecía como si ya supieran que los iba a
llamar; todo esto, puede ser conjetura, solo conjeturas.
El caso,
es que en el instante no caí, en cuanta de nada; de lo que acaecía ante mis ojos, porque ante los acontecimientos fortuitos y mi
preocupación por ella, por mi amiga; uno no capta las cosas, hasta mucho después que suceden.
Allí pude comprobar de manera tangible y una
vez más, la fragilidad de la vida. Zúas,
como un soplo de viento, que no se nota y ya…
Pero
que deja hondos dolores.
Es que hacía unos segundos antes,
me estaba llamando con mi nombre
¿ayúdeme si? Y me había dicho en cuanto supo que había llegado; estoy
contenta porque usted está aquí mija, se sentía segura conmigo, confiaba en mí
y en el trascurrir de las minutas el desespero, era tanto que me suplico
fulana, acuéstese aquí al lado mío, a su nieto también, le había dicho mismo la noche anterior,
confiaba en mí, pero no, como, para pedirme eso y es que, de seguro su soledad, era tan grande, el deseo de sentir un abrazo
o sentir el cariño de alguien, de seguro la soledad es algo muy verraco y sobre todo, en cercanías de la indeseada, porque sé, que ella lucho y resistió hasta el último
momento. Quería vivir. Lo sé. Además
ya, había recobrado el vigor habitual o
de su voz.
El
doctor, el profesor como le decían los
otros médicos, pasaron a verla y entre ellos, se dijeron, si, está muy hipterica.
¿Muy qué? Pregunté; Hipterica, muy amarilla, me explico
y el otro me dijo, lo
siguiente; es que a ella se le complico todo, con una neumonía, esa sí, se la pegaron aquí, en el hospital, ya que tanto nosotros, los enfermos y las personas, que vienen a un hospital, están expuestas a que se les
pegue cualquier cosa,
bacteria. Claro, pensé eso debió haber sido en cuidados intensivos y ese frio, que se siente en esos cubículos.
Luego este, dijo algo tan volátil y vi cómo se rio, un poco
como burlón; pero la verdad que fue,
como un trabalenguas; porque nunca supe, que era, lo mire intrigada y seria, muy seria le dije ¿Qué? Él estaba mirando a doña Rita, cuando dijo eso, pero al instante cambio su
expresión; mire al profesor, al médico, que los dirige a ellos, pero estaba serio.
Se fueron. En el trascurso,
vino otro, un hombre vestido de azul,
también ya lo conocía; estaba amable,
quizá más de lo usual y me dijo, a ella ya le vamos a mermar el oxígeno, porque ella, ya no necesita tanto, ella ya está mucho mejor.
¡Por Dios! Pienso en eso ahora.
Se
fue y era imprescindible, que
pudiéramos, sentar a Rita, ya que
ella, quedaba muy bajita, derecha, de
espaldas y yo trataba, de hacer lo que mejor podía y la volteé y me di cuenta, que estaba con llagas en las espaldas, le habían puesto vendas
y dije; eso seguro le dio, por estar en la misma posición y yo, que les dije a esas enfermeras de cuidados intensivos ; al oírme , Doña Rita
me dijo; y me regañaban y todo…
Volví
a insistir, para que le dieran una cama buena y de nuevo la enferma con
tono amble me dijo ; estoy esperando que
vengan los camilleros; pude ver a la
enfermera decirle, al hombre de azul,
que si le ayudaba a pasarla a la otra habitación, este, no dijo nada
y se quedó pensativo, doña Rita me llamaba y yo acudía y le decía
tranquila; que ya la van a pasar, para otra cama y hay si la voy a poder sentar.
Llegaron
los camilleros y eran tres y pude ver la cara de uno de ellos, se le notaba como un malestar, no propio, sino como
cuando, uno sabe que tiene, que hacer
algo que no le agrada y cuando yo pasaba las cosas, para la otra habitación, escuche a la enfermera, decir a uno de ellos; porque es que ella, no respondió
al tratamiento que se le hizo.
¿Está
muerta? Pregunte; y ya me toco
llamar a su nuera, a su nieto Alexander.
Al
otro día, la vi en el ataúd, una mano
generosa, no supe quien, le había pintado
las cejas, que se le habían borrado, ya que eran depiladas y también habían pintado
sus labios y puesto un vestidito.
Quedo bonita.
Rita es una persona que no olvidaré.
Hay
mi querida amiga Rita, nunca se lo había dicho, esa mañana se me salió y ella me dijo a mucho honor mija, y yo lo reafirmo, si a mucho honor. Fue mi amiga.
En el
hospital todo el mundo, sabía su
historia, médicos enfermeras, que era muy pobre y que
no tenía con que pagar y que era solita y solo vivía con su nieto ya que todos sus hijos
habían muerto ya.
¿Pudo esto
influenciar?
¿Sera que de tanto tratar con la muerte estas
enfermeras se van deshumanizando?
No lo sé.
La
medicina aún no ha avanzado lo suficiente; aún le falta mucho tanto, en lo profesional como en la parte humana.
Y con
esto, solo quiero rendir honor, a un ser humano, a una mujer, a una abuela, que lucho y fue
muy valiente.
Con
esto, honro, su memoria, su dolor y su sufrimiento, su soledad, y esa marginalidad a la que están
expuestas las personas como ella…
Como
todos vosotros y nosotros.
UN
DÍA MÁS
Un
día más y todo trascurre, en ese tiempo
de la vida y entonces acabo, de llegar
de conversar, con una señora
y como el otro día, me vio
afanadita y me pregunto; ¿que para dónde iba? Y yo le dije, que a cuidar a una persona
enferma.
Y me preguntó;
que como me había ido ese día y
le dije; no, ya ella murió el sábado y
pensé que la conversación terminaría allí; pero indagó más y
le conté todo, y me dijo a
entonces le aplicaron la eutanasia; aquí ya están aprendiendo de los europeos;
porque un conocido de nosotros nos contó que allá, dejan morir
a las personas que tienen enfermedades terminales; que es
impresionante, ver como tienen a varias
personas en una sala, y son los
enfermos suplicando, para que les den agua y que un familiar suyo,
estaba allí y que le fue a dar agua a su pariente y que una enfermera le dijo; no le de agua, porque es que eso es prolongarle la vida.
Y bueno,
también me contó que en la
clínica las vegas, a una tía suya, le habían enterrado una jeringa en el
cuello, supuestamente por un error, una
enfermera.
Pero, que en dos ocasiones le habían dicho a la
familia, que porque no le hacían la
eutanasia y que ellos dijeron que no, entonces,
después de un tiempito sucedió eso; y me dice que la familia cree que
realmente fue un accidente; sin embargo ella, cree que quizá,
eso no fue así.
El único que sabe con certeza es Dios. Pero es factible, que no fuera solo, un accidente.
Dice
que murió horrible, que eso fue
tremendo, que ese baño, quedo inundado de sangre por todas partes, la familia no
demando.
Ahora,
ya están aplicando eso, antes no era así, el gobierno ya lo autorizo, a las tres veces, que usted acuda a un hospital, ya tiene un
letrero, en la frente que dice: próxima
candidata, para la eutanasia y es que
son las EPS; las que se favorecen con
eso, en fin…
Beatriz
Elena…
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