Beatriz Elena Morales
Estrada ©
Prohibida su reproducción total o parcial
ZURA
Genero de ciencia ficción
Año cósmico 25000
En el mes de julio de 1985 fui como siempre a entrenar en la academia, en donde
solía practicar taekwondo y da la casualidad que habían allí, unas muchachas
nuevas a las que repare muy levemente, dado que toda mi atención, estaba
puesta, en la práctica de esta técnica.
Pero cuando se inició la clase percibí, delante de mí, a una rubia, alta y
delgada que se movía de una manera bastante ágil, y eso me sorprendió, porque
se suponía que era la primera vez que entrenaba estas artes. Era incansable.
Se dio entonces una pausa, en que la tuve en frente de mí; ustedes dos,
trabajen juntas, se dejó escuchar la voz del profesor Carlos y así, dentro de
ese ritmo y el ritmo de esta mujer continuó la clase.
Fue entonces, cuando la pude ver más de cerca, al principio un pavor frío, me
recorrió la espina dorsal.
Su rostro, de una belleza sin igual, parecía mecanizado, en apariencia fría,
insensible.
¿Estaba ante una poderosa máquina cibernética? ¿O quizá era una extraterrestre?
No estaba exagerando y lo que tenía ante mí, era un bello ejemplar de la raza
humana. ¿Pero a que se debía entonces esta apreciación tan absurda?
Es verdad, sus ojos verdes, parecían brillar como el duro metal; pero aquella
comparación, no iba, porque a simple vista y para un transeúnte o cualquier
otro espectador, era más bien, una muchacha joven, de apariencia jovial , igual
que las otras mujeres de su edad, quizá, hasta un poco tímida, diría , en suma
una persona normal, como cualquier terrícola.
Sin embargo, me pareció a mí, que esta joven tenía también, una mentalidad más
desarrollada. Y no solo eso, su técnica, era muy superior a la nuestra, más
avanzada.
Si, de seguro debí, de haberle preguntado, ¿si ya había estado estudiando esté
arte y en dónde? Porque es que semejante entrenamiento…
La clase trascurrió obstinadamente de prisa; mis pensamientos me llevaron, a
divagar en que finalmente nuestras vidas; se debatían en un solo no ser…
En ese entonces, solía pensar así y también tenía la obcecada idea, la leve
sospecha, de que entre nosotros, se movían seres extraterrestres.
En ese movimiento entre el bien y el mal, mezclados; no se me había ocurrido
pensar, que lo que, ellos querían hacer, era experimentos con nosotros; que
quizá, nos sacudirían en lo que realmente, tenía para nosotros sentido…
El sentido de la vida.
Y que solo querían tomar a las mujeres, para prolongar su raza o cosas así, que
son traídas del pelo, en fin…
Y la muchacha ¿Entonces que era? ¿Una máquina o una extraterrestre? Sin
embargo, algo de cierto, tendría que haber en esto, nada de ciencia ficción, yo
estaba segura que ellos, estaban mezclados entre nosotros aquí, en este
planeta. Claro, es que si, se quiere observar a cierto tipo de animales, se lo
debe de hacer, sin perturbarlos; es decir, actuar de la misma manera que ellos.
Demasiadas lecturas locas, de seguro; si, pensé y reí hacia adentro.
Entonces el maestro, dijo algo así; como que; estas muchachas son nuevas y no
están enseñadas a esta práctica. Algo alcance a escuchar y no preste mucha
atención a eso.
Fue muy fuerte, el entrenamiento; hasta que finalmente la clase termino y nos
despedimos, con el usual gesto de inclinar la cabeza, una delante de la otra.
Me habría gustado platicar más o husmear un poco en el vestier, pero sabía que
Juanjo polo, mi novio de ese entonces, me estaba esperando y a jodido que era,
me apresure a bañarme y a cambiarme de ropa, y en efecto estaba a la entrada y
se notaba, visible era su mal humor.
Y en ese orden de ideas, de cosas y de pensamientos, de otros mundos, que por
supuesto están dentro del nuestro, me dispuse a salir.
Zura, la protagonista de esta historia, no se llamaba así, y en realidad, era
una persona encantadora. Así que en cierta ocasión, estando yo en la academia,
ella entro y se sonrió conmigo y parecía muy alegre y hasta conversamos
bastante y pude observar sus ojos y fue allí, en donde se me ocurrió llamarla
Zura.
Zura la muñeca de metal cristalizado y en realidad, su rostro era mucho más
suave y dulce y me servirá, de personaje, para esta historia parte real y parte
fantasía.
¡Ay! se me había olvidado presentarme, mi nombre es Oliveria Fernández, en mis
ratos libres, práctico el taekwondo y el resto lo ocupo en ser una oficinista
gris y taciturna. Laboro, en algún edificio urbano.
Los días para mi trascurren en la oficina, entre un tinto, un café y un
cigarrillo, de vez en vez y mi entrenamiento.
No se vayan, ustedes a extrañar de mis raras combinaciones, taekwondo y
cigarrillo con café negro; pero es que todo en este mundo, está poblado a
veces, de tantas ambigüedades. Muy bien, enfoquémonos entonces, en nuestro
personaje.
Zura, en el trascurrir de los días había desparecido, junto con sus enigmáticas
amigas, las otras dos compañeras de la academia. Sabía que la joven, era
argentina, ya que estuvimos, platicando bastante y que las otras dos eran
peruanas. Trabajaban en el teatro y solo habían venido a presentar una obra.
Eso fue todo.
Cierto día, caminaba cerca de un hotel muy lujoso y allí, las vi, conversando.
Nunca jamás, las volví a ver.
Pero me preguntaba, entre papeles y rutinas; ya olvidada de aquellas personas
¿Quiénes en realidad eran los extraterrestres?
¿Y qué conexión tendrían con las maquinas cibernéticas?
¿Quizá un mensaje aterrador, tendrían para nosotros los humanos?
Sabemos, que en nuestro planeta, han existido civilizaciones muy avanzadas y
luego han desaparecido ¿lo sabemos?
La necedad de nuestros ambiciosos gobiernos, las superpotencias ebrias de
poder, el armamentismo nuclear. ¿No será que todo esto, nos llevara a la ruina
total?
Y es esta pregunta la que deberíamos hacernos urgentemente…
También sería bueno, que despertáramos a una conciencia cósmica y que proyecte
al hombre, desde su pequeñez, a lo esencial del espíritu, en toda su dimensión.
Es necesario crear una conciencia, que despierte el sentido de la solidaridad,
de la raza humana, para con su propia especie, el planeta y todo lo demás.
ESCENA DOS
Zura llego por primera vez a este planeta, de vegetación exuberante y cálida y
cuyo cielo, de un hermoso color, azul intenso al medio día, daba la impresión,
de que una belleza inefable a su vez cantarina, lo llenaba todo y que todo a su
vez se trasparentaba en hileras de luz, y que la energía solar, jugaba con los
colores salpicándolos de matices.
Su silueta se perfilaba esbelta y felina, caminó lenta y erguida, atraves de
este hermoso paisaje; apretó los dientes y pensó en su gata maura, en su
planeta Orión, en su patria lejana, a tres mil años luz de nuestro planeta; no
obstante, el tiempo, era en verdad, una cuestión muy relativa y secundaria,
dependiendo de la órbita, en que se lo mirase…
Quizás el tiempo cósmico no existiese…
Bien, se dijo para sí, que cumpliría su misión, el propósito, que le fue
impuesto, por la organización intergaláctica, para la salvaguardia y
solidaridad, con cualquier planeta que se hallara, en apuros.
De cualquier lugar del universo, en donde la vida, manifieste su alito de
fuerza y procesamiento de encadenación para la escala de la evolución.
Año cósmico 2530
Año de 1985
Voces alegres se escucharon e aquel salón amplio; y una de ellas expresaba;
¡Vaya! Esto sí que es gracioso, ja, ja, ja ¿A que no sabes que paso aquélla
tarde con Peter? Dijo Norma, muerta de la risa, mientras se cambiaba sus ropas
de hacer gimnasia; ¡Hum! Si, ya se, ¿apuesto a que te pidió que lo besaras?
Replico María José, en tono suave, no seas tonta, se tropezó con mi balón, de
tal suerte que fue a dar a la piscina, con ropa y todo; ja, ja, ja, ese
presumido…
¿No Por qué?
Es solo que por estar mirándome; que pecadito se cayó. Zura mientras tanto,
había permanecido silenciosa; después de esta charla, caminaron, con rumbo a la
salida, hasta llegar a una avenida atestada de carros y de gentes. ¿Te das
cuenta de los años trascurridos aquí? Si, y sin embardo en nuestro planeta,
esto equivale a unos cuantos meses; pero al estar aquí, esto parece un siglo,
es un lindo planeta y lo amamos, pero no hay como estar en casa; si y si estos
terrícolas, supieran apreciar, el sentido de estar en casa, no le harían a este
planeta ni a su eco sistema, lo que le hacen, si
muy de acuerdo; lo están es destruyendo. ¿Qué le podrán legar a sus
generaciones venideras? Si, hemos estado lejos de nuestro hogar, pero no me
quejo, hemos evitado que nuestros enemigos los Raywatthas, tan avanzados en su
ciencia y en su tecnología , pero tan fríos y tan calculadores, a la hora de
mirar el universo, sigan haciendo experimentos con estos humanos, por el
momento unos cuantos de ellos , ya están preparados cósmicamente, y aunque
estos seres, aman tanto la guerra y la destrucción, debemos hacer que se dé un
despertar, desde adentro hacia afuera, deberán ser sacudidos en toda sus formas
terrícolas, para que aprendan a convivir en paz y sobretodo , para que se dé
una repartición equitativa de sus bienes materiales y que entiendan que, no se
debe lastimar a ningún ser vivo, a ninguno ; la creación de armas nucleares ,
la codicia y el deseo de poder ; eso hace, que ellos marchen, si no lo corrigen
pronto, a una destrucción total.
Mientras decía esto Zura observaba; sus ojos, que para este momento parecían
tener un color ámbar, brillaban con intensidad y no tenían ningún vestigio, de
ser o de estar metalizada, parecía haber sido, sometida a una profunda
humanización, nada que ver, como cuando la vi por primera vez; su mirada ahora,
estaba llena de dulzura. Acentuando sus palabras, dijo; es verdad, este planeta
de exuberante vegetación, ha despertado en mí, un sentimiento de profunda hermandad,
he aprendido a amarlos y hasta he asumido sus rasgos y a pesar de todas esas
cosas, que andan tan mal, espero que ellos, aprendan y deberán hacerlo muy
pronto, a respetar la vida, en todas sus formas.
Si, ojala, dijo una de las otras muchachas; este pequeño humano, que se alza
con tanta soberbia, cuando siente que tiene el poder, deberá comprender, que la
tierra, fue creada para la totalidad de su género, de su especie y que
entiendan, la necesidad de aprender a amarse los unos a los otros, a ser solidarios
y leales a sí mismos como especie; en una gran hermandad y lucha por y para la
vida.
En la calle, de avenidas anchas, los carros, y algunos transeúntes esperaban
ansiosos, que el semáforo cambiara de color.
Luego de hacer la gimnasia, estas tres mujeres, se dirigieron al gran hotel,
para descansar y al llegar a su habitación, se dejaron caer en el desván un
poco meditabundas, ya que hasta el momento, no habían querido, hablar de su
separación
La atmósfera, que hasta entonces había estado brillante, se enrareció de pronto
y el ambiente se tornó opaco, una de ellas, se levantó y abrió la ventana; cada
una, partiría muy pronto, para un país extraño, lejos la una de la otra, eran
hermanas, amigas y aunque fueron entrenadas para eso, la cosa ahora, no les resultaba
nada fácil.
Peter y zura habían logrado compenetrarse tanto, que trabajaban ahora, con un
fin, una causa común. El impetuoso muchacho había, escuchado una conversación,
entre Zura y María José; como sabía que se irían en algún momento; salió del almacén,
en que trabajaba a buscarlas y sin querer, escucho la conversación, tan extraña
acerca de un tal, intercambio molecular, de poder viajar en el espacio y cosas
más, que lo llenaron de confusión.
Trató de huir, cuando se dio cuenta, que Zura lo haba visto, pero ella, fue
detrás, lo miro y guardó, un extraño silencio, a lo que el muchacho le dijo; lo
siento, fue algo que escuché sin querer. Si, así es Peter, aunque te parezca
extraño, dijo, un tanto irritada, y Peter con ojos asustados, la miraba ya a punto
de salir corriendo, no, no me mates, no diré nada a nadie , te lo juro; al
instante las otras dos, que habían salido detrás al escucharlos; tornaron en
risas, la irritación de Zura, cambio de rojo a blanco y el paisaje amontono
colores naranja. Su irritación tenía bases fundamentadas, ya que no estaban
autorizadas para que, ningún mortal supiese, conociese, de su destino; misión,
abordaje, planeta tierra, rumbo a la quinta galaxia del séptimo planeta y mucho
después del lugar, por donde la tierra, tendría que pasar, al final del agujero
negro…
Para proteger y ayudar a la supervivencia de este planeta, siempre y cuando, se
ganara un lugar en el quinta estación, antes de llegar a su destino final y a
un último proceso de re -valuación cósmica, más allá del estado séptimo de la
materia, la tierra, ya no sería la tierra, por lo menos, no está tierra, y en
su lugar otra vendría. Una tierra nueva. La ejecución de los colores de la
tarde, cambio de naranja a un verde intenso y en su cúspide a un azul infinito y
límpido. Yo, yo, tartamudeo Peter, al ver la risa de las otras; no nos burlamos
Peter solo, nos parece gracioso lo que dices ¿Matar? ¿Qué es eso?
¿Así actúan los humanos cuando se ven descubiertos en sus horrorosos planes?
¿Pero entonces ustedes no son? Ellas se miraron, en realidad, estaban poniendo
en riesgo, esta misión de vida, te lo dije, dijo María José, nunca debiste
involucrarte con un terrícola, se miraron en silencio todos, el muchacho sentía
que un zapato le apretaba y que el tobillo le rascaba, pero no se atrevía, ni a
mover siquiera, uno solo de sus músculos, el sudor empapó su frente. Zura de
repente sintió, que el cinturón cósmico se le enredaba.
¿Hay más de ustedes? Se atrevió a pronunciar el muchacho, después de un
prolongado silencio.
Estas no respondieron, las tres adquirieron un brillo metalizado. Norma
desplegó sus ojos y una llama salió, destruyendo al instante, una silla
giratoria. El muchacho cayó de espaldas, Zura avanzó y le dio la mano, anda
ven; María José dijo estamos de tu lado amigo, y Norma lo siento…
Y ustedes son las buenas, ¿Entonces cómo serán los malos? Es cierto dijo; Zura
y los hay; así como, entre ustedes existen, seres tan crueles y malvados, los
hay en planetas cercanos o lejanos, pero en donde no habita la presencia, sino
la no presencia, en la primera y segunda esfera, en donde supura gangrena la
serpiente , que es negra y beligerante , en donde ellos, se han entregado a
beber desenfrenadamente de la sangre de los inocentes, se han hecho súbditos
del macho cabrío y habitan y comen del fruto de la ciencia despiadada.
Te lo contaremos todo le dijeron, asintiendo con la cabeza; pero eso sí, tienes
que prometer, que jamás, se lo dirás a nadie; rugió Norma, con suavidad cerca,
al muchacho y este retrocedió, un tanto temeroso. Aunque me maten, se los juro.
Bien vamos, a la habitación de paredes confortables.
Dijo Zura, no sin antes lanzar una extraña mirada a Norma, era una mirada
dulce, pero fuerte. Esta se sonrió y le guiño los ojos.
¿Estás dispuesto en tu corazón y es tu deseo ser nuestro aliado? Si, así lo
quiero y lo deseo, si, sin dudas…
Con los tiempos, el muchacho se había convertido, en su mejor aliado.
Trascurrieron los meses y María José, logro integrarse a un grupo de danzas y
por este medio, pudo viajar a muchos lugares, sin llamar la atención; era mejor
así. Mientras estuvieran aquí, no usarían sus poderes para nada y así lo
cumplieron; salvo en caso, de algún asunto urgente, que amenazara sus vidas y
la de cualquier otro, que estuviese bajo su protección.
Ya para entonces, las semillas de la gran logia cósmica, para la preservación
de la vida y la verdad; Justicia, reparación, equidad, lealtad. Todo lo que
contribuyera al buen estado de la tierra como tal, de la humanidad y de los más
pobres y débiles del planeta y del universo entero.
A aquellos gobernantes, que son calculadores y se ocultan, tras una máscara,
pues con el tiempo, la verdad saldrá a la luz, tantos y tantos inocentes, que
padecen a causa de tanta avaricia y deseo de poder y de dominio de los menos
sobre los más.
De igual forma Norma haría lo suyo, en la empresa a la que se había unido.
Mientras tanto Zura, la bella rubia de cristalinos ojos, de frágil y tierna
figura, caminaba por una calle solitaria y oscura, sus pasos, se perdían entre
las sombras y se confundían con estas, no obstante, su figura, era un sol
pequeño, que encendía cada lugar por donde pasaba.
ESCENA 3
Alzo los ojos y vio a una luna plena, que estaba puesta allá en lo alto; ver
esa gigantesca bola amarilla, un planeta gigantesco, que parecía hacerse aún
más grande, por instantes; eso hacía que algo se manifestase como un
sentimiento de nostalgia, de añoranza , también sentía, como un presagio, que
parecía cernirse, sobre el mundo.
En fin, este extraño paisaje, le recordaba, que estaba en un planeta diferente
al suyo; pero de seres semejantes en su contextura espiritual. Apresuro sus
pasos, Peter la esperaba; este joven, había dejado atrás su petulancia y se
había convertido en un verdadero luchador, para y por la vida.
Todo esto le resultaba, ahora bastante fascinante, pese al Riesgo a correr.
Sabía que los ocultos y poderosos señores del mal, estaban presurosos por
destruir a la raza humana, y los mismos humanos, no sentían el más mínimo
respeto por sus hermanos.
Hacían experimentos y arrebataban los niños pequeños a sus madres, para hacer,
raros implantes.
En un futuro cercano y al vez lejano; una bomba nuclear, un virus desconocido,
amenazaría también a una gran parte, del planeta; la población, en la que
muchos, quedarían quemados, incomunicados y catastrófica mente aislados dentro,
debajo de la tierra.
Por fin, logró atravesar las sombras, pero antes de llegar a donde el muchacho;
un horda de bandidos se lanzó sobre la mujer, para golpearla, pero estaba tan
preparada, que los detuvo con un golpe en seco, miro y se vio rodeada, de
inmediato, se dio cuenta que no eran humanos; aunque lo parecían, eran los
viejos enemigos de la vida, guerreros sangrientos, milenarios.
De inmediato sus rasgos cayeron y se convirtieron en lo que eran, sus cuerpos y
su miradas agresivas se confundían con la sombra; sus movimientos, rápidos y
ágiles y sus gritos de euforia saltando, ante el placer de lamer la sangre
inocente.
Con la rapidez de un insólito rayo y en menos de una fracción de segundos;
Zura, se despojó de sus vestiduras y quedo convertida en una gran guerrera,
enfundada en un traje negro, con fulgores azules y blancos; surgió una espada,
debajo de su cinto y de sus espaldas, se alzaron alas; de un increíble salto se
colocó detrás de sus oponentes; que, con no menos rapidez, se voltearon y esto,
dio comienzo a la batalla.
Con su espada corto la cabeza, de dos de ellos y que estaban a punto de
derribarla en el suelo; de haberlo hecho, no la matarían, se la devorarían viva
y la torturarían, lentamente, hasta hacerla sufrir y entonces, otro guerrero
sin alas, pero de vestiduras plateadas y relucientes surgió de la nada y se
situó, detrás de zura, para protegerla, apuntando con su espada a todos lados.
Pero estos aguerridos entes, muy pronto los orillaron, lanzándose sobre de
ellos; pero con gran fuerza, este guerrero; con su espada, pudo apartarlos; al
mismo tiempo que la mujer hacia lo suyo.
Dos de ellos, no obstante, rozaron su hombro; espadas iban y venían, hasta que
Zura; logro dar en el punto exacto del cuello, de dos y finalmente pudo hacer
que se deshicieran en el suelo. Esa, era la única manera de hacerlos
desaparecer.
Un tanto herido, en su costado y en su hombro Peter permanecía de pie, junto a
Zura; Movámonos, pronto vendrán más a buscar a estos; si vayámonos; y Zura lo
alzo, en su espaldas y lo llevo volando, hasta donde se encontraba un vehículo
de color plata; para este momento, ya había vuelto a su estado natural.
Listo así, no llamaremos la atención de nadie. Y arrancaron de prisa; rápido,
quítate ese traje, sé que estas herido, no es nada grave dijo él…
Ya veremos. Esto fue solo una pequeñísima lucha callejera.
Y así vemos, como el ser humano común, desconoce el maléfico poder de las
fuerzas superiores, que de un modo u otro intentaban destruirlo.
ESCENA
4
Año cósmico 2540
Año de 1989
Esa base planetaria que la red intergaláctica había construido, en realidad era
milenaria y llevaba casi el tiempo que la tierra, en sus inicios y de
presentarse, como un planeta apto para la vida.
Cada día, había ido, creciendo con mayor fuerza, hasta se habían unido muchos
terrícolas, dado que las jerarquías mayores así, lo habían querido, solo al
servicio del amor y Zura y Peter, tenían fe y creían en el gran padre universal
y en su fraternidad. Viajeros intergalácticos, de diferentes partes solían
venir, se desplazaban por la luz trasversal del universo.
La noche se extendía a lo largo y ancho de esta ciudad engalanada de luces y de
contrastes, también de penas y de amores y de esperanzas nuevas y hasta bellas,
el cielo estaba estrellado y también lleno de chatarra y de drones, que
vigilaban cualquier movimiento humano. La cara de la luna parecía, tan solo
parecía, sonreír enigmática.
En una terracita solitaria, pero acogedora, aunque imposible de describir; ya
que sus formas, lejos de versen, solo se percibían en la memoria, como
recuerdos; que miraríamos en futuro impreciso. Más que verlas, era vivenciarlas
de un modo por completo diferente
Ese lugar parecía, tener sillones, pero no eran sillones; se trataba más bien,
de portátiles acogedores y conversos, que se adaptaban, al roce de las manos, a
una leve inclinación o movimiento de los cuerpos en el espacio. Alargándose o
encogiéndose, conversos, cóncavos, planos, según el deseo del sujeto.
Lo que parecían ciudades se evidenciaban a la vista, como grandes galeras de
amplios y confortables edificios, pero no existían carros o casas. Sin embargo,
eran espacios amplios con variados colores, entres verdes intensos y en sitios
menos distantes, en donde parecían reunirse, muchos de ellos, se miraban
colores amarillos y rojos pálidos, intensos, según el estado de la algarabía,
parecían ser lugares cálidos, en donde se veían comestibles, algunos se
desplazaban en lo alto, sobre la superficie de un mar azulado…
Había un edificio que sobrepasaba a los otros y que parecía estar rodeado de
una cierta aura púrpura.
Zura estaba allí, en aquel elegante lugar, bajo una luz tenue y acogedora y
contempla con sus ojos ámbar ahora, el negro azul, del horizonte, más allá, en
el poniente.
Una sonrisa le envolvía el rostro y las formas que este lugar daba, formaban
figuras geométricas, que desaparecían y a su vez surgían otras…
Una melodía que va más allá de los sentidos, se dejaba escuchar y algo que
parecía ser un gato , en tamaño gigante, salto de un lado trasversal,
acercándose a ella, mientras con su cabeza sobaba sus manos, que de inmediato
correspondieron, a sus caricias.
El ronroneo, no se hizo esperar y el cuerpo de ella, se distendió, en un sopor;
pero después de un instante, se colocó de pie y al hacerlo, su estatura había
aumentado el doble, dándole majestuosidad y elegancia a su figura; de nuevo,
sonrió, mientras suspiraba. Orión estaba allí y ella estaba invadida de él.
Peter Suspiraba, mirando hacia lo alto; sabía, que regresaría. Si, se dijo,
Zura para sí; muy pronto tendré, que regresar a ese pequeño planeta, de la
segunda galaxia, llamado tierra y su pensamiento viajo a la velocidad de la
luz, en el mismo instante en que Peter, sintió una grande emoción, que le
atravesó la espina dorsal y se le instalo en algún lugar de cuerpo, como
depositaria de un bien mayor. Una leve anticipación del paraíso en su pecho.
Zura se enfocó en su sillón y alargando su mano, este vino hacia ella y se
situó, junto a su gato; entornó los ojos y se quedó así, como ensoñando…
Y yo aquí, Oliveria Fernández, cuyo nombre me lo había puesto, mi abuela
desconocida, pensaba que; esto era, apenas un comienzo, ya que, todo final,
equivale a un empezar de nuevo; es decir, que no existe la inmovilidad total;
ya que todo es un permanente fluir.
Para este momento Zura ya había cerrado los párpados, para seguir ensoñando con
aquel planeta tierra, no menos hermoso, que su lugar natal.
Porque había conocido lo desconocido particular, el amor y la nostalgia
conjuntamente. Era, un sentimiento nuevo que marcaba un hito, en su especie y
la nuestra, que la hacían dulce y frágil, casi vulnerable y por el contrario,
él se había afirmado, en ese sentimiento particular y personal; hacia ese amor
universal , que lo hacía sentirse menos débil y más fuerte, pero era una fuerza
llena de ternura.
Pero quizá Zura y Peter solo soñaban un sueño…
Y quizá una sonata al amor y a la alegría, unirían a esos corazones, en
dimensiones por completo diferentes.
Oliveria Fernández, tenía los pies puestos sobre su escritorio, cuando un
malestar en su espalda, la hizo despertar, al mismo tiempo, que su pequeño
celular timbraba, era su novio, que ya la estaba esperando, afuera del gimnasio
¡Por Dios! , me quede dormida, no fui a entrenar y tampoco lo llame; bostezo
con insistencia; habría jurado, que estaba soñando. ¿Si pero que era? ¿Qué era?
FIN
Beatriz Elena Morales Estrada ©