Imagen sacada de la web
PARÍS AL FIN
Anatole se ve a si
misma caminando por las calles de una ciudad de altos edificios, tan altos que
rozaban al cielo. Sus siluetas eran casi grises, tirando a oscuras; pero pese a
eso una luz revestía a las sombras.
La visión de esa
ciudad la llenaba de alegría y de gran
satisfacción, pero no se hallaba sola, a
su lado una silueta frágil, tierna se movía, era una muchacha que al parecer se
encontraba perdida. Hasta ese momento ella apenas la descubre y la muchacha
quiere que la ayude a encontrar una pizzería, y le pide que tan pronto lleguen
allí le enseñe a comer pizza. Esta trata de definir la figura, el rostro de la
muchacha, pero esa joven es indefinible, su presencia es ambivalente, su cara
no se deja aprisionar por ninguna forma singular, es femenina, delgada y Anatole siente como camina a su lado. Caminan juntas hasta que llegan a la primera pizzería que encuentran. Ella
desea entrar pero solo hasta entonces se da cuenta que esa ciudad le es desconocida. Además no lleva dinero para
comprar pero cosa extraña eso no le
preocupa y entonces le dice a la muchacha que deben entrar, pedir la pizza,
comerla y que ya luego Anatole simularía, se levantaría y saldría sin que la dependienta se diera
cuenta y ya luego se reunirían en otro lugar: Irrumpe entonces en el
pensamiento de esta una pregunta ¿Pero qué otro lugar? Era esa ciudad tan
grande y ninguna de las dos tenía un
sitio de referencia. Inesperadamente cuando van a entrar, hace su aparición un hombre vestido de negro,
se le ve sentado tranquilamente, se levanta y
se dirige a ellas y les pronuncia algunas palabras, pero ella no puede
recordarlas. Se alejan y continúan buscando la tan dichosa pizzería, andan por
entre los edificios y durante el trayecto la muchacha pregunta ¿Pero qué es una
pizza? En ese lapso de tiempo alcanzan a
ver algo parecido a una cafetería ¿Venderán la pizza tan anhelada allí?
Entran e inquieren, preguntan a la dependienta si ella vende pizza; de nuevo Anatole
recuerda que no tiene dinero para comprar y súbitamente trama algo, a toda costa desea obtener la pizza, esta vez
se dice , le enseñare a la muchacha a comerla sin pagar ; pero eso será solo
por esta vez y luego le enseñare a respetar las leyes. La mujer las observa y
les responde amablemente que no hay pizzas, les muestra la vitrina, en ella se
encuentra variedad de lo que parece son manjares, pero no había pizza. La dependienta señala
hacia l alto, y el sueño se hace confuso para Anatole y le dice a la muchacha
que la espere allí, en ese mismo lugar y que luego se reunirían. Sin embargo
ese allí, ese lugar no era ya esa pequeña cafetería, se había trasformado en
otra cosa más grande, más hermosa, era ese allí tan buscado, tan anhelado. Era
el más, más, más alto de los edificios, ese
allí era en realidad el más elevado de los rascacielos. A lo alto se podía ver y leer con claridad un aviso que decía
con letras mayúsculas y grandes, muy grandes; ESSO; ESSO.
Desde el sitio en donde se encuentra ahora situada
ella, se ve con toda patencia y
contrastando con el fondo de cielo ESSO, eso si, eso estaba tan cerca, pero tan
cerca del cielo. Es entonces cuando
comprende con viva alegría, que con esa referencia ni ella ni la muchacha se
perderían jamás.
Se mira así misma soñándose, caminando ya sola, pero más
confiada y tranquila. Su voz suena en el sueño y se oye así misma diciendo, con
esa referencia imposible no encontrarse de nuevo con la muchacha.
Sigue caminando por aquella ciudad, entre esos altos edificios y se observa a si
misma pensativa, de repente exclama en voz alta; ¡ París al fin! ¡ París al fin! ¡ París al fin! Y lo sigue repitiendo una y
otra vez.
Continua en su caminar ahora alegre, llena de una gran
esperanza; pero no se había dado cuenta que ya se estaba alejado más del punto
de referencia, este a lo lejos se perdía y entonces pensó esto es algo natural,
ya que esa es una ciudad demasiado grande
que tiene todo lo que una urbe puede tener.
Después de un silencio tenaz, se da cuenta, descubre que no hay sonidos de carros, desea entonces
regresar a buscar a ESSO. Al cruzar la esquina
de una calle descubre a un hombre que se atraviesa a su lado, una
sombra, sabe que no esta sola, que hay un intruso y que además se encuentra ya entre mucha
gente, de regreso y lo único que desea
es volver atrás, para encontrar a ESSO. ¿Pero porqué si es el edificio más
grande de la ciudad y el letrero es tan legible aún no lo encuentra?
Desde donde ahora esta ya no lo puede ver, cómo es posible
que si el letrero estaba encima de su cabeza, además, es tan notorio ¿Por qué ya no lo puede ver?
Un hombre se halla parado en una esquina, al verlo se acerca
y lo interroga por ESSO, pues supone que el hombre debe de saberlo, ya que ese
símbolo es tan evidente. La respuesta del hombre es oscura, las palabras que responde tampoco las puede
recordar.
Entonces se retira lejos, lo más lejos que puede de ese ser,
de ese hombre y piensa ¡ París al fin! ESSO la ciudad en donde se halla la luz.
Se despierta y se da cuenta que el hombre siempre vestía de
negro, cree saber quien es.
Beatriz Elena Morales Estrada
Narración extraída de mi obrita Voces De La Noche; publicada por la editorial Lealon; Medellìn Colombia
Este librito esta reseñado y registrado en la unidad administrativa de derecho de autor...
2 comentarios:
EXCELENTE, ¡ Bravo!
Muy simbólico ademas que estos hablan por si solos. Me gusto mucho.
Marco Antonio
Comentario por TRINA MERCEDES LEÉ DE HIDALGO Hace 20 horas
UN CUENTO FANTÁSTICO!, ME ENCANTÓ, LO INTERPRETO COMO LA ILUSIÓN DE LLEGAR A UN PAÍS ANHELADO, pero solo es una visión en un sueño y en otra dimensión, tal vez, después de la muerte, debido a que describe lugares donde no se escucha nada y el punto de referencia para regresar y encontrar el sitio que sirve de orientación, es un simple letrero que dice ESSO, )(una compañía petrolera?).
Lo interpreto como la búsqueda ansiosa de algo que no se alcanza y se pierde en los oscuros laberintos del alma.
Publicar un comentario