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sábado, 9 de abril de 2016

LA IMAGEN DEL MUNDO

                                                      





                                              LA IMAGEN DEL MUNDO
                                                           

  
  Fragmento  I

 No sé,  si fue la sombra de la tarde,  reclinada  sobre grandes edificaciones verticales,  la que, lo hizo fijar la mirada en el hombre,  que se hallaba  ensimismado en el espejo,  anclado en frente de sí mismo; lo observó  en forma,  para ver la peculiar manera de su cara; pero no pudo encontrarla y tampoco pudo ver  reflejado en su rostro a  otros muchos que llamaban, porque el espejo no se lo permitía… 
La tierna imagen del mundo; se dijo, ¡Hum! que por supuesto no es tan tierna; esa idea se ahuecaba en su cabeza  y trato de ver al otro, al que se estaba mirando; pero no pudo, no, no pudo ver al otro…
Ese otro que de un solo tajo,  destaja los sueños; pero por supuesto,  que estaba ahí, en algún lugar ¿Pero a dónde? Pensó;  ¿adónde esta ese hombre cuya  crueldad  agitada  corre?  Dejando sembrado a su paso odio, desamor, dolor y que  a su vez,  desenfunda esperanzas,  descorriendo sueños y un sinfín de cosas más.
El caso es que en su interior escuchó,   esa vocecilla que lo detenía  cada vez que una iniciativa nueva se forjaba en su interior; diciéndole; gritándole casi  ¡Oh no te vayas!
¡No recorras el mundo!  ¡No te alejas! Así gritaba,  en su interior la voz, hasta hacerse  el eco…
La desoyó y continuo con sus pensamientos que se entrometían adentro; el mundo sufre; continuó  en su proceso de des motivación, motivado a su vez por otros pensamientos, que de algún modo u otro,  eran la continuación de cada anterior.
 Desde luego,  se dijo,  apretando los dientes; pero no sufre  por lo que a ti,  te condena  a una muerte en solitario; a vivir casi cien años de soledad,  y no me refiero  a la  obra de Gabriel García Márquez; no, de ninguna manera no…
Sufre por sí y en sí mismo; porque hay hambres y guerras y toda clase de maldades sin fin, sufre porque siente dolor; pero no sufre por la causa en sí,  que origina el llanto o los llantos;  sufre porque se duele en sí mismo,  en su ego inhóspito y quedado.
  ¿Más cómo le diremos a esa grieta llamada submundo? ¿Mundo?  O lo que  es igual  a un caos inicial que permanece en el tiempo de la no presencia; entendiendo,  esta no presencia  como aquello que se estaciona  en lo primitivo,  dándole forma,  solo al devenir caótico del pensamiento,  lo que en sí y por sí mismo genera,  la permanencia en la no forma de las formas…
Ese no mundo,  que no es otra cosa que la horizontal manera o modo que tenemos los humanos de negar lo que ya está afirmado de un modo vertical. Lo vertical y lo horizontal están entrecruzados en sí mismos.
Afirmando y negando a su vez a la vida; conviven quizá,  en su misma zona, árida o selvática, según  sea el caso...
o hasta quizás,  dentro de una pantanosa e inhóspita agua, en donde hay  descensos  sobre abismos, precipitaciones marinas,  y un sinfín de cosas más,  que hacen,  que aquel que no percibe los mundos insólitos,  que generaron su propio proceso conexo e inconexo de individualidades sinfín; pero que de algún modo,  fueron desprendidas de la forma única de las formas; quede rezagado a una zona del no ser,  del no querer ser.
Tiene que existir el equilibrio entre ambas,  para que la permanencia se de; pero solo una de las dos,  debe predominar sobre lo otro-
Yo no sé, no lo sé; solo sé que el mundo está ardiendo en su propio fuego; en un fuego que parece tener llamas inextinguibles y  que no obstante no es así; no,  para nada,  en cualquier momento este mundo puede acabar para todos, y todo; incluso más allá  de toda forma particular e individual  ¿A dónde irán a parar  entonces nuestras macabras ambiciones?
¿Todo comenzara de  nuevo como sobre ficciones y sueños desmadrados?  El hombre, que se estaba buscando en el espejo,  se dio a la tarea de recordar la tarde aquella; La tarde en que absorto vio,   destrenzado su larga cabellera a la celeste,  recordó que ese día pensó esto; estoy enfrente a  la bóveda celeste  como un idiota  esperando que caiga el día o que se evapore del todo…
De repente el pasado se presenta explotando casi sobre el rostro y cayendo sobre este, como un relámpago azul…
Dramas, sin final aparente, desfilaron por su mente. 
 Tal parece que alguien quiere orinarse sobre de uno, grito en un gesto casi mecánico, un modo  de defensa, como una cubierta de capa de tortuga sobre sí mismo.
Son los sentimientos de los antepasados,  que quedan atrapados en la presencia de un joven que los recoge en sí,  de un modo inconsciente…
 Se hace adulto,  pero lo que no se ve,  predomina en este.
 Tres generaciones, un  destino final. En un túnel del tiempo… ¿cómo podrá él?,  saber entender que no es su pasado; sino el de sus antepasados.
No obstante el instinto humano,  siempre es algo que termina,  por traicionar a esa parte humana que quiere trascender…
El hombre del espejo que estaba buscando al otro,  se apartó después de semejantes e lubricaciones,  no lo había encontrado, de seguro se perdió en un espacio vacío;  reflexiono… Entonces sintió la cuchilla caer  sobre su cuello, toco con sus dedos;  la sangre a borbotones,  surgió como un río; lo último que pensó fue;  ¡Uf!  Se la debía, fui el tirano que acabo con toda su familia…
De ese modo quedo saldada la cuenta con sus antepasados.
 De manera que el otro, estaba agazapado en frente al espejo,  para no ser descubierto, para no levantar sospechas,  de forma tal,  que por eso no lo alcanzo a percibir,  cuando  le estaba buscando y de ese modo,  pudo atacarlo,  cortando de un tajo su  cuello, llevándose su vida.

   Beatriz Elena Morales Estrada derecho de autor registrado y reseñado en la unidad administrativa de derecho de autor de mi país © Copyright