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jueves, 26 de mayo de 2016

LAS VACAS O DE LA GRAN CONQUISTA






                                       LAS VACAS O DE LA GRAN  CONQUISTA

No me he sentado en una mecedora así, como así; al contrario, después de caminar, horas y horas  y de haber comprendido que caminar es andar  y andar  y después de rumiar algunas veces y de tener entre ceja y ceja un pensamiento  y de ver, de ver con mis propios ojos, unas vacas gordas pasearse  entre las nubes, sobre una especie de carro  de madera y a plena luz del día, en donde ellas se veían muy tranquilas y hasta pintosas , hermosas…
 Las muy descaradas, se veían radiantes allá en todo lo alto entre ese cielo despejado y veranero, con azul mezclado y más límpido que nunca. Y es verdad.
Pero por si mismas, ellas no pudieron colocarse allá arriba; alguien tuvo que hacerlo; ¿pero quién?   ¿Pero quién?, en fin, el caso es que me ha tocado verlas caer y que gran  susto me he llevado. Pero si vieran nada, absolutamente nada les ha pasado  y lo repito,  cuando digo  es nada es nada, ni siquiera se rompieron los huesos ni,   se rompieron las costillas; no, ni siquiera se quebraron una pata y ni crean que estoy exagerando;  no para nada. Al contrario corretearon libres  sobre  la pradera, sobre de ese pasto verde, esa grama, que solo se da y se produce en una tierra fértil y bien abonada.
Y por supuesto en algún lugar de nuestra tierra, de vuestro planeta; no del planeta  gemelo al nuestro. Si esta planeta, esta tierra, que está a punto de desmoronarse, y hasta quizás de desintegrarse,  de desclavarse…  También es probable que se dé a totazos, con algún otro cuerpo.
Pero dejemos el asunto y retomemos a nuestras divinas vacas; estas vacas, no son esas vacas de la noche; tristes y sombreadas, no,  ellas han destilado leche y miel  y vaticinan  muy buenos tiempos
  ¿Pero para quién vaticinaran  ellas esas buenas nuevas?
 ¿Hemos  comprendido acaso que el hombre el ser humano es una nonada?
No te estés toteando tan duro,  con las palmas de  las manos en la cabeza y reclamándote el haber sido tan imbécil.
¿Que no fructificara acaso la casa del señor? 
Beatriz Elena Morales Estrada  © Copyright


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