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jueves, 9 de mayo de 2013

La Pareja






                                                   LA PAREJA

Su  voz se escuchaba fría, sobre la insolencia de una de sus caras; casi tranquila ella, la Pili, la Pilar era bajita, pequeña de ojos grandes; de sus labios carnosos entreabiertos salieron unas palabras rojas, hirientes, como serpientes horrorosas, y dijo que él, era una sombra grotesca, siguió caminando, como si dominara el aire, ingrávida lo contempló y luego le dio la espalda; no quiso mirar la sangre derramada, la de él, que la seguía y que se atropellaba en frases entrecortadas. !Por favor Pili perdóname! sentía una soledad que le anudaba el pecho, como espada lo atravesaba, a su vez sentía a sus venas arder y algo en su pulso quería vaciarse como si estuviese roto. Pero la siguió, perplejo, ante la frialdad de ella, mi Pili, la que yo creía que me amaba con infinita ternura; ella se detuvo por un instante y lo miró por encima de su rostro, sus ojos se escapaban a los de él como mariposas fugaces; a su vez ella no lo miraba porque lo amaba. ¡Mierda!  Se dijo, ¡cómo podría perdonarlo! ¡Cómo, después de lo que me hizo! ya para ese momento, el sol se proyectó en espejos y comenzó a arder en la frente, él se sintió como un renacuajo gris achicharrado por el calor.
Cuando llegaron al estadio se sentaron a conversar uno al lado del otro, como con ganas de estar más juntitos, pero sin atreverse a tocarse; ella no había acabado de nadar sobre esas aguas nefastas que se hayan escondidas del otro lado de la luna; sin embargo en su corazón un ángel de amor bullía, ¡perdónalo!, entonces habló él, le dijo cosas, intentando aclarar el asunto, remitiéndose a ejemplos de la vida, asuntos que él creía que eran verdades. Ella por su parte no lo entendía así, entonces sus palabras se hicieron más  duras. Un silencio los invadió y se deslizó por sus costados, dejando un gusto amargo en sus lenguas sedientas; Pareciera que la muerte se perpetuara en ellos.

Nada podía ya salvar ese amor, mirándola volvió a recordarla antaño, cuando recién se conocieron y salían juntos de clase, de la universidad y se sentaban a conversar, bebiendo una taza de muchos cafés. Era un tiempo de pájaros que danzaban cubriéndolos y todo, todo se convertía en una canción soñada. De pronto,  abrupta mente volvió al presente, al escucharla decir, jamás podré perdonarte y tampoco puedo entender tu manera de mirar la vida, eres un soñador, un tonto existencia lista y yo soy, bueno, un poco más realista... Mira, que eso de guiñarle los ojos a la muerte y visitar antiguos mundos, leyendo poesía y esas creencias en mitos, ¡pamplinas!  Esas son historias vanas, pero la verdadera historia es una ciencia que nos muestra cómo los aconteceres de la humanidad deben ser mirados, bajo una perspectiva racionalista,  al instante, ella frenó las palabras, él la miró, un vacío se instaló en sus estómagos; antes, cuando no había sucedido aquel horror, se entendían muy bien, sus pláticas, eran lo que eran, debido a sus diferencias cognitivas, eso era lo que sazonaba nuestra relación; dijo él asombrado.

En la noche la imaginó pálida, mirándose en un espejo cóncavo, uno a uno sus rostros iban cayendo y los iba doblando sobre la cama, luego vio cómo ella los arrojó con furia, así la vio, hasta que al fin se tendió a dormir en silencio. Años después se volvieron a encontrar dentro de la universidad, ella seguía siendo una intelectual muy racionalista; pero había vivido, experimentado otras cosas y se cree que hasta se había hecho más sensible, menos orgullosa. Él, había madurado, pero seguía siendo un soñador, un poeta; platicaron por espacio de una hora arropados por la magia del encuentro; la Pili comprobó que los dientes de él, seguían siendo fuertes, al igual que sus manos morenas; y sus ojos,  ni hablar… Él observó que su boca entreabierta y sus labios,  seguían siendo el más bello testimonio de la vida. Prometieron volver a verse, él tomó su número de teléfono y ella el de él; ella era profesora de historia, ya lo era, pero habían pasado tantas cosas, otros seres y ambos se preguntaron; volver a verse, ¿cuándo, cómo? Aquello fue sólo una casualidad,  que quizá ya nunca volvería a repetirse. Se alejaron en silencio cada uno cavilando pensamientos. ¿Volver atrás? ¿Sera?
En su cama, todavía él pensaba en ella, como esa noche,  cuando la odió; amándola como la amaba. Pero ahora,  ya no era Gorbachov y su mapamundi en el cráneo, tampoco  era Bush y su guerra contra Irak y contra el mundo. Ni  era Japón y su planta nuclear contaminada;  ahora eran otros gobiernos;  otras cosas,   en  un mundo en continua convulsión y cambio.  ¡Qué sé yo! dijo suspirando.

 Al final el amor se les escapó a ambos por una ventana del tiempo y se fue a bailar a algún país, en donde existen los seres que se ríen con la luna. ¡Digo no!   Quizás…

Beatriz Elena Morales E derecho de autor registrado y reseñado en la unidad administrativa de derecho de autor de mi país © Copyright


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